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CAPITULO 3 EL HOMBRE CON EL ESTOMAGO MAS LLENO

Saturday, December 7, 2013

-Establecimiento de la iglesia y la persecución-
  
"Tú eres mi maestro espiritual"

Después de cruzar el río Imjin, viajamos a través de Seúl, Wonju y Kyungju, llegando a Pusan el 27 de enero de 1951. El suelo de Pusan estaba repleto de refugiados llegados del norte. Parecía como si todas las personas del país se hubiesen reunido allí, ocupando todo lugar donde vivir fuese posible, y no cabía un trasero más. No quedaba otra opción que entrar en el bosque por la noche para escapar del frío, y de día bajar a la ciudad en busca de comida.

Mi cabello, que había mantenido corto durante mi estadía en prisión, había crecido en abundancia. Mi pantalón, al que por dentro le había cocido el algodón de un acolchado, estaba todo gastado.Mis ropas estaban tan impregnadas de una mugre grasosa que cuando llovía las gotas rodaban sobre la tela. De las suelas de mis zapatos no quedaba casi nada, de tan agujereadas que estaban, y era como caminar descalzo. Por donde me mirasen, era el rey de los miserables, el más pordiosero de los mendigos. Como no tenía ni trabajo ni dinero en el bolsillo, no me quedaba otra que mendigar comida.

Aun mendigando comida mantenía mi dignidad. Yo era muy suspicaz, y si a la primera mirada notaba que alguien no me iba a dar nada, le decía con firmeza: "¡Oiga, usted debe ayudar a la gente necesitada si quiere recibir bendiciones después!" Y así obtenía comida. Entonces nos reuníamos en círculo en un área soleada y compartíamos lo que habíamos recibido entre decenas de personas. Aun sin poseer nada y mendigando alimento, fluía entre nosotros una cálida amistad.

"¡Miren esto!", oí a alguien gritar, "¿Cuánto años han pasado?"

Me volví para ver quién llamaba con tanta alegría y ví que era Dok Moon Eom, un amigo de mis días de estudiante en Japón, quien se había enamorado de mis canciones y terminamos amigos para toda la vida.. Hoy día es uno de los arquitectos más representativos de Corea, por haber diseñado el Centro Cultural Sejong y el Hotel Lotte. Me abrazó en un apretón con mis ropas raídas y me arrastró a su casa.

"Vamos", dijo. "Vamos a mi casa".

Él se había casado y vivía en un solo ambiente. En medio del pequeño cuarto colgó un acolchado, con lo que dividió la habitación en dos, y mandó a su esposa y sus dos hijos pequeños al otro lado.

"Dale", dijo, "Contame cómo viviste todo este tiempo. Siempre me pregunté dónde y cómo estarías viviendo. La pasábamos como íntimos amigos, pero siempre fuiste más que un amigo para mí. ¿Sabías que internamente siempre sentí un gran respeto por vos?"

Hasta ese momento yo nunca había compartido abiertamente mi corazón con ninguno de mis amigos. A tal punto que en Japón, si venían mis amigos cuando estaba leyendo la Biblia, enseguida la guardaba. En la casa de Duk Moon Eom hablé de mí por primera vez.

No alcanzó la noche para que le cuente todo. Le hablé de mi encuentro con Dios, de las cosas nuevas que me había dado cuenta, de cruzar el paralelo 38 para ir a Pyung Yang a comenzr una iglesia, de haber sobrevivivo a la prisión de Heungnam. Llevó tres días enteros contarle todo. Luego de escuchar mi relato, Duk Mun Eom se levantó de golpe y comenzó a hacerme una gran reverencia.

"¿Qué te pasa? ¿Qué estás haciendo?", le pregunté.

Tiré de su mano para impedírselo, pero fue inútil.

"A partir de ahora, tú eres mi gran maestro", dijo. "Esta reverencia es mi saludo a mi maestro, así que por favor aceptalo."

Él ha estado a mi lado desde entonces, como amigo de toda la vida y como discípulo.

Cuando dejé la habitacion de Duk Mun Eom conseguí un trabajo pesado, nocturno, en el Muelle 4 del puerto de Pusan. Cuando cobraba me compraba un guisado de porotos en la estación de Cho-ryang. Para que no se enfriasen, envolvían todas las viandas fuertemente atadas con unos trapos, pedazos de mantas. Cuando me compré uno, estuve abrazado al
La chosa construida junto con Won Pil Kim a principios
 de 1951 en Beomnetgol.
recipiente más de una hora antes de comerlo. Eso ayudó a calentar mi cuerpo, congelado después de haber estado trabajando toda la noche en el frío del muelle.

Para entonces me alojaba en un refugio para obreros del barrio Cho-ryang. La habitación era tan pequeña que aun acostado en diagonal mis pies tocaban la pared. Pero aun así afilé un lápiz y comencé con dedicación a escribir el primer borrador del "Wolli Wonbon" (Texto original del Principio Divino). El hecho de que yo fuese financieramente pobre no era un problema. Aunque uno viva dentro de una plia de basura, si uno tiene voluntad, no hay nada que no pueda hacer.

Won Pil Kim, que acababa de cumplir 20 años, también hizo de todo. Trabajaba como empleado en un restaurante y traía las sobras del arroz pegado al fondo de las ollas, que luego hervíamos y compartíamos. Nacido con un don para el dibujo, consiguió trabajo como pintor en una base norteamericana.

En eso, subimos hasta Pom Net Col en Beom Dong-il y construímos una choza. Debido a que Pom Net Col está cerca de un cementerio, en aquel tiempo no había más que un barranco rocoso. No teníamos un terreno que pudiésemos decir que era nuestro, por lo que apisonamos una sección de una pendiente empinada e hicimos las bases de una vivienda. Ni siquiera teníamos una pala, así que tomamos a escondidas una pala pequeña de la cocina de alguien y más tarde la retornamos sin que el dueño se diera cuenta que faltaba. Con Won Kim Pil rompimos las piedras, cavamos la tierra, y cargamos balasto. Levantamos las paredes con ladrillos hechos de barro y paja. desarmamos unas cajas de víveres vacías que nos dieron en una base estadounidense, y las pusimos de techo. El suelo lo cubrimos con bolsas negras de plástico.

No había otra choza como ésta. Por ser una vivienda apoyada en las rocas, un enorme pedazo de roca sobresalía en el centro de la habitación. Las únicas posesiones que teníamos era un pequeño escritorio detrás de la piedra y un caballete de Won Pil Kim. Cuando llovía, teníamos una fuente natural dentro de nuestra vivienda. Era muy romántico escuchar el sonido del agua que fluía por debajo de donde estábamos sentados. Por la mañana, después de dormir en esta habitación helada, en la que se filtraba la lluvia y el agua fluía debajo de ella, no dejaba de correr agua de nuestras narices. Pero éramos felices de tener aunque fuere un pequeño espacio donde poder acostarnos y relajar nuestras mentes. El entorno era miserable, pero lleno de esperanza, porque estábamos en el camino de la voluntad de Dios.

Cuando Won Pil iba a trabajar a la base estadounidense, yo lo acompañaba hasta el pié de la colina. También cuando volvía por la tarde bajaba a esperarlo. El resto del tiempo ni dormía, le sacaba punta al lápiz, me sentaba en el escritorio y me dedicaba a escribir el Wonbon Wolli. No había arroz en el tarro, pero el cuarto estaba lleno de de lápices. Won Pil Kim me ayudó de muchas maneras, tanto material como espiritualmente, para que pudiera concentrarme en la
Primer libro del Wol-li Wonbon
11 de mayo de 1951
escritura. Debía estar cansado después de trabajar todo el día, pero me hacía compañía, al punto de darse cuenta que por falta de sueño yo me quedaba dormido en el baño, y me seguía hasta allí para ver si me sentía bien. No sólo eso. Él decía: "Me gustaría contribuir aunque sea un poco con el libro que está escribiendo", así que empezó a dibujar retratos de soldados estadounidenses con el fin de ganar dinero para comprar lápices y otras cosas. En aquel tiempo estaba de moda entre los soldados norteamericanos hacer un retrato de su esposa o de su novia antes de regresar a su patria. Pegaba una tela en marcos de madera, pintaba los retratos y recibía cuatro dólares por cada uno.
Me sentía tan agradecido por su dedicación que cuando él dibujaba yo me sentaba a su lado en silencio y hacía lo posible por ayudarlo. Después que se iba a trabajar a la base, yo encolaba consistentemente la tela, cortaba la madera para los marcos y los pegaba. Durante el tiempo que le llevaba salir del trabajo y llegar a casa, yo le lavaba sus pinceles y le compraba la tintura que necesitase. Entonces, sobre la tela encolada, él dibujaba con un lápiz 4B. Al principio sólo le encargaban de a uno o dos retratos, pero de repente se hizo conocido y ni dormía de noche, ya que debía dibujar veinte o treinta retratos.
Ni bien aumentó el trabajo, yo, que solamente preparaba los marcos con la tela, también tuve que agarrar el pincel. Una vez que Won Pil había dibujado el contorno de la cara, yo coloreaba los labios y la vestimenta. Con el dinero que ganamos juntos, fuera de los lápices y el material de dibujo, el resto lo usábamos para las cosas de la iglesia. Era muy importante dejar registro escrito de la palabra de Dios, pero más importante y urgente aun era propagar Su voluntad a muchas más personas.

El loco apuesto que vive junto al pozo de agua

Cuando construimos la casa de adobe en Beom-net-gol (Pom Net Col) y comenzamos una iglesia, había solamente tres personas para oírme predicar. Pero yo no hablaba considerando que eran solamente tres los que me escuchaban, sino que hablaba con voz sonora, como dirigiéndome a millares, a millones, a la Humanidad entera aunque no los viese. Yo predicaba con voz potente, dirigida al mundo entero, los principios que había comprendido.
Había un pozo de agua delante de nuestra casa, y entre la gente que venía a buscar agua al pozo comenzó a circular el rumor que en la casa de barro vivía un loco. Era entendible que se susurrara de esa manera, ya que en una región deshabitada había alguien de aspecto miserable viviendo en una casa que parecía embrujada y que gritaba como si estuviese dándole órdenes al mundo. Parece que cuando escucharon decir que habría grandes cambios en el Cielo y en la Tierra y que Corea uniría al mundo, los rumores acerca de mí se expandieron hasta el fin de la colina. No sé si por esos rumores, o porque querían ver al loco que vivía cerca al pozo, empezó a venir gente. Una vez vino un grupo de estudiantes de un seminario teológico, y hasta vino un grupo de profesores de la Universidad de Mujeres Ewha. Los rumores fueron complementados con que yo era un hombre esbelto, de buen aspecto, por lo que mujeres de mediana edad comenzaron a subir la colina para ver al "loco apuesto" como una forma de pasar el tiempo.
El día que terminé de escribir el Wolli Wonbon, dejé mi lápiz y oré: "Ahora es el momento de evangelizar; por favor, envíeme santos a los que pueda darles testimonio", y luego me fui hacia el pozo. . Era el 10 de mayo de finales de la primavera, llevaba puestos unos pantalones tradicionales de Corea forrados de algodón y una chaqueta vieja, y estaba sudando. En ese momento vi que una mujer joven subía hacia la fuente, secándose el sudor de la frente.

Ni bien se acercó le dije: "Dios te ha estado dando mucho amor los últimos siete años", y ella se sobresaltó sorprendida. Es que siete años atrás ella había decidido dedicar su vida a la obra de Dios.

"Mi nombre es Hyun Shil Kang," dijo, "y soy evangelista de la Iglesia Beom Cheon del barrio al pié de esta colina. Escuché que había un loco viviendo aquí, así que vine a darle testimonio".

Así fue como ella me saludó. Una vez que terminó de saludarme y ya dentro de la casa recorría con ojos extrañados el lastimoso cuarto, y mirando fijamente el escritorio preguntó: "¿Por qué tienes tantos lápices allí?"

"Hasta esta mañana," le contesté, "estuve escribiendo un libro que revela principios del universo. Se me ocurre que Dios te ha enviado aquí para que escuches la Palabra".

"¿De qué me estás hablando", dijo. "Vine aquí porque me dijeron que suba a predicar al que vive cerca del pozo".

Le acerqué un cojín, la invité a sentarse y me senté yo también. Se oía el sonido del agua que fluía por debajo de nosotros.

"En el futuro Corea desempeñará un papel similar al de la cima del mundo", le dije. "Llegará el tiempo cuando gente de todo el mundo se lamentará de no haber nacido coreana".

Me contempló con una expresión de asombro ante lo absurdo.

Al escucharme decir: "Así como Elías apareció como Juan el Bautista, Jesús vendrá a Corea usando un cuerpo carnal", se enojó y replicó,
"Me estás diciendo que Jesús, como si no tuviese dónde ir, vendrá a un lugar tan miserable como Corea?" Y siguió

"¿Has leído el libro del Apocalipsis? Yo..."

"¿Me lo dice como alguien que estudió en el Seminario teológico de Koryo?" la interrumpí.

"¿Eh? ¿Cómo sabes eso?" -preguntó ella.

"¿Cómo podría haberte esperado si no supiera ni siquiera eso de ti? Dijiste que viniste aquí a darme testimonio, de manera que, adelante. Enséñame".

Hyun Shil Kang, como buena sabedora de teología, citaba versículos bíblicos uno tras otro, atacándome. Me desafiaba tan ferozmente que me mantuvo ocupado respondiendo a sus retos con voz fuerte, como si fuese el sonido de la chimenea de una locomotora. Nuestro debate se extendió hasta que afuera oscureció, así que serví la cena. Lo único que teníamos para acompañar el arroz era un kimchi desabrido, pero nos sentamos en la sala con el sonido del agua corriente, entre los dos comimos todo y debatimos de nuevo. Ella volvió al día siguiente, y al otro día, y después de haber polemizado conmigo, dejó la Iglesia de Beom Cheon y se convirtió a nuestra iglesia.
Un día muy ventoso de noviembre, mi mujer vino a verme a la choza en Beom-net-gol (Pom Net Col). Estaba tomando de la mano a un niño de siete años. Mi hijo había nacido el año que salí de casa para ir a vender arroz y me fui para Pyongyang, y se había convertido en un muchachito. Yo no me atrevía a mirarlo de frente. Ni podía acariciar su rostro para mostrarle mi alegría, ni pude abrazarlo. Yo me quedé parado como una estatua de piedra, sin poder decir una palabra.
Sin necesidad que ella me lo dijera, yo podía imaginar el dolor que esa madre y ese niño habrían sufrido en medio de la guerra. En realidad yo ya sabía dónde y cómo estaban viviendo. Pero aun no era el momento de cuidar de mi propia familia. Así como le había pedido desde antes de casarnos, si creía en mí y me espera, podría venir contento un día a buscarlos, pero aun no era el momento. La cabaña era estrecha y destartalada, pero era nuestra iglesia. Varios miembros comían conmigo, vivían allí conmigo, y estábamos estudiando la palabra de Dios; No era el lugar donde traer a mi familia. Mi esposa le dio un vistazo a la cabaña, se decepcionó mucho y se fue cuesta abajo.

Una iglesia sin denominaciones, una iglesia que no es iglesia

Si es como dice el dicho que uno vive tanto como insultos recibe, yo podría vivir otros cien años más. Además, mi estómago está repleto, no de comida sino de los insultos que me comí, muchos más que el común de la gente, y diría entonces que nadie en el mundo tiene la panza tan llena como yo.
Las iglesias protestantes tradicionales que se me opusieron y me apedrearon cuando fui a Pyung Yang a comenzar una iglesia, también se me opusieron en Pusan. Incluso antes de comenzar una iglesia como debe ser, nos cuestionaron inquisitivamente. Calificativos como "hereje" y "pseudo" fueron agregados como parte de mi nombre propio. De hecho, decir "Sun Myung Moon" era lo mismo que decir hereje o pseudo-religioso, al punto que nadie me nombraba ya sin los prefijos hereje o pseudo.

Establecimiento de la Asociación, 3 de Mayo de 1954 
En 1954, soportando una violenta persecución, desmontamos la choza de Pusan y subimos a Seúl, pasando por Daegu. En mayo del año siguiente alquilamos una casa en el barrio de Bukhak, cerca del Parque Jang Choong Dan, y colgamos un cartel que decía "Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial". Le pusimos ese nombre porque no queríamos pertenecer a ninguna denominación. Y menos tenía yo la intención de crear una nueva denominación.

"Cristianismo Mundial" se refiere a todo el cristianismo, de todas las eras y países. "Unificación" sugiere el propósito a perseguir. "Espíritu Santo" es una expresión que sugiere armonía entre los mundos espiritual y físico centrados en el amor de la relación padre-hijo. En otras palabras, significa "respaldada por el mundo espiritual centrado en Dios". En particular, la unificación era mi ideal de ir construyendo el mundo ideal de Dios. La unificación no es una unión. Una unión es cuando se juntan dos, pero una unificación es cuando dos se hacen uno. "Iglesia de la Unificación", que se convertiría en nuestro nombre más tarde, era el nombre que otros nos pusieron; en aquellos días los universitarios nos llamaban "la Iglesia de Seúl."

Sin embargo no me gusta tanto la palabra "kyo-hoi (iglesia)." Sus caracteres chinos significan literalmente reunión ("hoi") de enseñanza ("kyo"). La palabra religión, Jong-kyo, está compuesta de dos caracteres chinos que significan "central" y "enseñanza", respectivamente. En otras palabras, una iglesia es una reunión donde se enseñan las cosas fundamentales. La palabra "kyo-hoi" no implica ninguna razón por la cual los otros y yo debamos compartir algo. Pero la gente en general usa palabra "kyo-hoi" con un significado especial. Yo no quería pertenecer a esa categoría especial. Lo que yo deseaba era una iglesia sin denominaciones. La verdadera religión intenta salvar a la nación aun si tiene que sacrificar a su propia institución, intenta salvar al mundo aun a costa de sacrificar su país, y trata de salvar a la Humanidad aun si eso implica sacrificar al mundo. En ningún momento debe priorizarse la propia denominación o institución.

No tuvimos más remedio que colgar el letrero de iglesia, pero en mi corazón yo estaba dispuesto a quitar ese letrero en cualquier momento. Una vez que uno cuelga un letrero que dice "iglesia", está diferenciando una iglesia de lo que no lo es. No es correcto dividir en dos lo que es una sola cosa. Ese no era tampoco mi sueño, ni era el camino que yo iba a seguir. Si tengo que quitar el cartel a fin de salvar a la nación o el mundo, estoy dispuesto a hacerlo en cualquier momento.

Pero la realidad nos obligó a colgar en el portón el letrero que decía "iglesia". Hubiese lucido mejor si lo colgábamos más bien en una parte alta, pero el alero de la casa era muy bajo y no era el lugar apropiado para colocarlo. Al final lo colgamos al alcance de la altura de un niño. De hecho los chicos del barrio lo quitaron, jugaron con él y terminaron rompiéndolo en dos partes. Como era históricamente importante para nuestra iglesia no podíamos tirarlo a la basura, así que lo atamos intrincadamente con alambres y lo clavamos firmemente en el portón. No sé si fue porque nuestro letrero fue tratado con tanto desprecio que también nosotros fuimos indescriptiblemente despreciados.

En una habitación de 2,4 m2 con un alero tan bajo que la gente tenía que agachar la cabeza para entrar, cuando seis personas
Primera Iglesia en Seul 
nos juntábamos a orar, nuestras frentes prácticamente se chocaban unas a otras. La gente del barrio se reía de nuestro letrero. Se burlaban de nosotros como diciéndose qué tipo de unificación mundial estábamos soñando en una casa tan pequeña que "había que arrastrarse para entrar en ella". Ni siquiera trataban de averiguar el significado de que hayamos elegido ese nombre; simplemente nos miraban como si estuviésemos locos. Pero a nosotros no nos importaba. Si en Pusan vivíamos mendigando para comer, ahora que teníamos una habitación para llevar a cabo los servicios, no teníamos nada que temer. Si bien usaba pantalones de fajina militar norteamericana, con ropa teñida de negro y con zapatos de goma negros, en mi corazón me sentía muy digno.

Las personas que asistían a nuestra iglesia se llamaban entre sí shik-ku, o miembro de la familia. En aquellos días, todos nuestros miembros vivían embriagados de amor. Si alguien estaba pensando en la iglesia con deseos de ir, no importa dónde estuviese su cuerpo, podía ver y escuchar todo lo que yo estaba haciendo y diciendo. Estábamos todos unidos por un cable eléctrico interior de amor conectado con Dios. Una mujer podría estar en casa preparando el arroz, y de repente salía corriendo a la iglesia, dejándolo a medio hacer. Otra decía que se iba a cambiar la pollera y salía corriendo a la iglesia con su pollera agujereada. Y si a alguna mujer su marido la rapaba a cero para que no saliese de su casa, se venía igual a la iglesia con la cabeza rapada.

Ni bien se incrementó el número de miembros, comenzamos a predicar en los campos universitarios. En la década de 1950, los estudiantes universitarios poseían el mejor nivel intelectual. En primer lugar predicábamos frente a las universidades de Ewha Women University y Yonsei University; poco después, iba creciendo el número de estudiantes que acompañaban nuestra iglesia.

El profesor de música de la Universidad de Ehwa, Yoon Young Yang, y el profesor Choong Hwa Han, a cargo de la inspección del dormitorio estudiantil, vinieron a visitarnos. No sólo profesores, sino también muchos estudiantes; pero no unían a nosotros de a uno o dos a la vez, sino que lo hacían por decenas y crecíamos en progresión geométrica, . Esto fue una sorpresa no solamente para las iglesias tradicionales sino también para nosotros.

A los dos meses de haber comenzado a predicar en las cercanías de las universidades, el número de fieles creció explosivamente,
Acompañado con estudiante de la universidad de Ewha 
principalmente con estudiantes de Ehwa y Yonsei. Fue muy veloz, como si una repentina brisa de primavera hubiese soplado y cambiado los corazones de los estudiantes en un instante. Decenas de estudiantes de Ewha se mudaban con nosotros en un solo día. Si alguien trataba de impedirles de detenerlos, protestaban, "¿Por qué? ¿Por qué no me deja salir? Si quiere impedir que salga, tendrá que matarme. ¡Máteme!", y saltaban el cerco del dormitorio. De nada me sirvió intentar detenerlas. Les gustaba más nuestra iglesia, aunque olía a pies sucios, antes que su limpia escuela. Eran obstinadas al respecto.

Por último la rectora Hwal Lan Kim(Helen Kim) despachó al profesor Young Oon Kim, del Departamento de Bienestar Social religioso, a nuestra iglesia. El profesor Kim había estudiado teología en Canadá, y era un teólogo por quien Ewha tenía grandes expectativas. La rectora Kim envió adrede al profesor Kim, cuya especialidad era la teología, con la esperanza de que encuentre los puntos débiles de nuestra doctrina y así impedir que sus estudiantes sigan yéndose en masa a nuestra iglesia. Pero el profesor Kim, quien había venido en calidad de enviado especial, una semana después de haberme conocido se convirtió en uno de nuestros miembros más entusiastas. Ni bien reconoció nuestra iglesia, otros profesores y estudiantes comenzaron a confiar más en nosotros. Ni qué decir que el número de seguidores creció como una bola de nieve.

Como la situación creció fuera de control, las iglesias protestantes volvieron a atacarnos diciendo que les robábamos sus miembros. Eso me amargó; era injusto. Nunca forcé a nadie a que sólo escuche mis sermones, o que sólo asista a nuestra iglesia. Si los echaba por la puerta principal, volvían a entrar por la puerta trasera; si trancaba el portón, saltaban el cerco. No me alcanzaban mis fuerzas para detenerlos. Los más perplejos eran los administradores de Yonsei y Ewha. Apoyados por fundaciones cristianas, no podían quedarse mirando cómo sus estudiantes y profesores pululaban a otro grupo religioso.

El incidente de despidos y expulsiones en las universidades de Ehwa y Yonsei

Desbordadas por la crisis, las universidades de Ehwa y de Yonsei optaron por medidas extremas únicas en su historia. Ewha despidió a cinco profesores, incluyendo al profesor Kim Young Oon, y expulsó a catorce estudiantes. Cinco de ellos ya se graduaban. En la universidad de Yonsei también despidieron a un profesor y expulsaron a dos estudiantes.

El capellán de la universidad en aquellos días había intentado asesorar a los estudiantes, "¿Acaso no pueden asistir a esa iglesia después de graduarse para que no influya en la universidad?", pero no le hicieron caso. Por el contrario, los estudiantes se protestaron fuertemente:
"En la universidad hay muchos ateos y hasta hijos de chamanes, ¿por qué solamente nos expulsan a nosotros?".

Pero las autoridades de la escuela les reiteraban su postura: "Nuestra escuela es privada, y por ser cristiana, podemos expulsarlos a voluntad", y los echaron obstinadamente.
Cuando los medios se enteraron del incidente, un periódico publicó un editorial titulado "En un país donde hay libertad de culto, las medidas de expulsión son erróneas", y agitó la opinión pública.
La Universidad de Ewha, financiada por una fundación cristiana de Canadá, temía atravesar problemas de apoyo financiero si se expandía el rumor de que muchas de sus estudiantes iban a una iglesia considerada hereje. En aquellos días, Ewha era muy diligente en tomarle asistencia a los estudiantes en sus tres horas semanales en que celebraban capilla, y lo reportaba a la sede misionera.

Una vez que los estudiantes fueron expulsados y los profesores despedidos, la opinión pública comenzó a cambiar más y más a nuestro favor. Para revertir eso, Ewha comenzó a propagar falsos rumores, tan lamentables que ni siquiera me atrevo a hablar de ellos. Originalmente, cuanto más falso el rumor, más atrae a la gente. Estos falsos rumores dieron origen a otros falsos rumores, y nuestra iglesia fue atormentada durante más de un año por esas historias raras.

Yo no deseaba que el incidente se agrandase. Me negaba a causar problemas. Traté de persuadir a estudiantes y profesores de que podían llevar una vida de fe silenciosa, sin necesidad de irse del dormitorio y causar tanto escándalo público. Ellos se mostraron inflexibles, sin embargo. Ellos me dijeron, "¿Por qué no? Yo también quiero recibir gracia divina como los demás" y a medias me convencieron. Al final, todos fueron obligados a abandonar sus escuelas, y no podía sentirme cómodo por ello.

Los expulsados, en un intento por aliviar su dolor interior, fueron en grupo a orar a un monasterio en el monte Samgak. Como habían sido expulsados de sus escuelas, sus familias estaban enojadas con ellos y sus amigos los evitaban. No tenían un lugar apropiado donde ir. Escalaron el monte y ayunaron, absorbidos únicamente en la oración, derramando lágrimas y con agua corriéndoles por las narices. Enseguida, aquí y allá algunos de ellos comenzaron a hablar en lenguas. Dios siempre se manifiesta cuando estamos en el borde de la desesperación. Los estudiantes que fueron expulsados de sus escuelas y rechazados por sus familias y por la sociedad, encontraron a Dios en el retiro del monte Samgak.

Me fui al monte Samgak a verlos y les repartí comida a estos estudiantes enmagrecidos por el ayuno, y los consolé.

"Ya es bastante mortificante y triste que los hayan expulsado, no es necesario que encima ayunen" les dije. "Si no han hecho nada que les de remordimientos de conciencia, no es deshonroso recibir cualquier tipo de insultos, ni los convierte en pecadores, así que no se desanimen y esperemos nuestro momento".

Más adelante aquellas cinco estudiantes que estaban a punto de graduarse se inscribieron en Sookmyung Women's University y lograron graduarse, pero este incidente tuvo un papel decisivo en darme una muy mala reputación. Al publicarse estruendosamente en los periódicos el incidente con Ehaw y Yonsei, todos los malos rumores que habían sobre las diferentes religiones emergentes, se los atribuían a nuestra iglesia. Un rumor que comenzaba con "tal vez sea así" se volvía un "por cierto es así".
Me dolió ser sometido a un trato injusto. De amargado y enojado que estaba sentí ganas de retrucarles a gritos, pero opté por no decir ni una palabra y no enfrentarlos. Teníamos mucho que hacer y un largo camino por delante. No teníamos tiempo para quedarnos peleando. Yo creía que los malentendidos se resolverían con el tiempo, que no era necesario apegar tanto a ello nuestros sentimientos y no me preocupé. Me hice el que no escuchaba a quienes púbicamente decían: “ A Sun Myung Moon que lo parta un rayo", ni a la prédica tirana de los ministros cristianos que proponían orar por mi muerte.

Pero los rumores, en lugar de aplacarse, se propagaban más y más con cada día que pasaba. El mundo entero parecía estar unido en señalarme con dedo acusador. Ni bajo el intenso calor de la fábrica de fertilizantes del campo de concentración de Heungnam me había descubierto el torso, y daba vueltas el rumor de que yo, justamente yo, andaba bailando desnudo. Desde ese día, las personas que venían a nuestra iglesia por primera vez me miraban con ojos desconfiados, "¿Será cierto que este tipo baila desnudo?" Sabiendo mejor que nadie que se necesitaría mucho tiempo para aclarar ese tipo de malentendidos, no dije ni una palabra de excusa. Para conocer mejor a alguien hay que tratarlo personalmente, y pensé que era inútil tratar de explicarles algo a personas que sin dudarlo afirman cosas de alguien que ni siquiera han visto, de modo que lo soporté en silencio.

El incidente de las universidades de Ehwa y Yonsei puso a nuestra iglesia completamente a un paso de la destrucción. Sobra decir que clavaron en mi frente la imagen de "pseudo-religión", pero además todas las iglesias protestantes tradicionales se unieron en un clamor para pedirle al gobierno que me castigase.

En eso, el 4 de julio de 1955 la policía irrumpió en nuestra iglesia y me llevó detenido junto con Won Pil Kim, Hyu Yeung Yoo, Hyo Min Yoo y Hyo Won Yoo. Los pastores y presbíteros de las iglesias protestantes tradicionales, de la mano con la clase influyente, le enviaron una carta a los políticos para cerrar nuestra iglesia. Por eso fue que los cuatro miembros que estaban conmigo desde el principio tuvieron que acompañarme a prisión. El asunto no terminó ahí. La policía revolvió a fondo mi pasado y encontraron el crimen de haber "eludido" el servicio militar. Salido de la prisión de Corea del Norte, cuando llegué al Sur resulta que ya había sobrepasado la edad de ir a cumplir con el servicio militar obligatorio, pero igual me acusaron de violar esa ley.

En ramas chamuscadas también crecen nuevos brotes

Los detectives de la Sección de Inteligencia Especial de la Oficina de Orden Público fueron quienes me llevaron detenido a la comisaría de Chung Bu. Era absurdo que me detuviesen por evadir el servicio militar, me quedé estupefacto, pero me fui detenido. Soy alguien que, aunque tengo boca, no puedo hablar en esos casos. Aun siendo falsamente acusado, no puedo proferir una palabra de protesta, y hasta hubo quien me vio soportándolo y me dijo que no tenía agallas, pero lo tomé como que era el camino que me había tocado y me aguanté una y otra vez. Pensé que si ése era el camino que me tocaba seguir para dirigirme a la voluntad que se me había encomendado, no me quedaba otra. Yo debía seguir ese camino a cualquier precio. Al ser precisamente esa la razón de mi vida, jamás me desalentaría, y cuanto peor me iba más honrosamente me comportaba ante cualquiera.

Una vez que lo decidí así, la policía no tenía habilidad para manipularme. Al escribir el protocolo, yo le iba enseñando de antemano al agente qué y cómo debía redactar.

Cuando le dije al agente "¿Por qué no usa esta palabra? Allí tiene que ponerlo de esta manera", los demás se caían de espaldas.

Al escribir el informe como yo se lo indicaba, cada una de las frases era claramente correcta, pero al ponerlo todo junto, el contenido terminó siendo lo opuesto a la intención de ellos. Los policías se enojaron y lo rompieron en pedazos.

El 13 de julio de 1955, al sexto día de ser llevado a la comisaría de Chung Bu, fui encarcelado una vez más. Esta vez era la prisión de Seodaemun (Seúl). Me esposaron, pero ni me avergonzó ni me entristeció. La vida en la cárcel no era ningún obstáculo en mi camino. Era un motivo sólido como para despertar sentimientos de ira, pero no servía como trampa para desalentarme; al contrario, para mí era como haber obtenido los fondos para comenzar un negocio. Vencí la vida en prisión con este pensamiento: "A mí la cárcel no me hará desaparecer. No puedo morir. Esto es apenas una plataforma dar el gran salto hacia un mundo de liberación".
Que lo malo decline y lo bueno prospere, es la lógica terrenal y es la ley celestial. Aunque entre en una montaña de estiércol, saldré limpio si mantengo un corazón puro y verdadero. Cuando me llevaban esposado, algunas mujeres que pasaban me miraban de reojo y fruncían sus rostros en señal de reprobación, con la expresión de quien siente náuseas ante el obsceno fundador de una pseudo religión. Pero yo no tenía nada que temer ni de qué avergonzarme. Para ponerlo en palabras sucias, aunque me acosasen a mi y a la iglesia, jamás trastabillaré.

¿Pero cómo no me iba a doler? Exteriormente me mostraba con la frente en alto, pero más de una vez sentía un nudo en la garganta y una tristeza que calaba los huesos. Cada vez que mi corazón se debilitaba, apretaba los dientes y me decía a mí mismo: "Yo no soy un hombre al que una prisión lo acabe. Me pondré de pié nuevamente, sin falta. Con toda certeza, me levantaré de nuevo", " Todo este dolor lo levaré oculto en mi corazón. Yo asumo toda la carga de la iglesia", me determiné.
Pensaban que si yo iba a prisión la iglesia se acabaría, que inmediatamente los miembros se dispersarían cada uno por su lado, pero no sucedió como lo esperaban.. Mientras estuve en prisión venían a verme todos los días. Hasta se peleaban por verme primero. Las visitas comenzaban a las 8 am, y desde la madrugada esperaban en fila fuera de la prisión. Aumentó gradualmente el número de personas que, cuanto más me insultaban y cuanto más solitario me quedaba, me consolaban y lloraban por mí.
Yo no los demostrándoles mi afecto, sino que más bien acostumbraba darles una reprimenda "¿Para qué vienen? ¿Por qué tanto ruido?" Aun así, me seguían con lágrimas en los ojos. Esta era la expresión de su fe y de su amor. No me querían porque yo les hablara bien, con elocuencia. Me querían porque conocían el amor que había en el fondo de mi corazón. Nuestros miembros reconocían mi sinceridad. Jamás podré olvidar a los que me acompañaban incondicionalmente cada vez que iba esposado a declarar a la corte. Siempre llevo en mis recuerdos la imagen de sus rostros apesadumbrados al verme sentado en el banquillo de los acusados.
"¿Cómo puede ser que si este hombre los enloquece, los haga enloquecer tanto?", comentaban los guardias de la prisión al ver a nuestros miembros venir en masa a la prisión. "No son ni su esposa, ni su marido, ni sus hijos ¿Cómo pueden serle tan leales?", se admiraban algunos otros.
miembros recibiéndome a la salida de la cárcel
Seodaemun, 4 de Octubre de 1955  
También hubo un guardia que pensó para sí: "Dicen que Moon es un dictador y un explotador ¡pero no es más que un falso rumor!", y se unió a nuestra iglesia. En definitiva, a los tres meses de haber sido encarcelado, me liberaron como inocente de todos los cargos. El día que me liberaron, el director de la prisión y todos los jefes de sección me despidieron cortésmente. Después de tres meses, todos ellos estaban con nosotros. La razón de que sus corazones se volcaran hacia mi era muy simple. Una vez que tuvieron la oportunidad de observarme bien de cerca, se dieron cuenta de que era completamente diferente de la persona descrita por los rumores que habían oído. En este caso, los escandalosos falsos rumores que circulaban en la sociedad, nos habían servido para evangelizar.
Cuando era llevado por la policía, todos los medios de comunicación y la sociedad hicieron un bullicio tremendo, pero cuando fui declarado inocente y puesto en libertad, todos hicieron silencio. En un lugarcito de un solo periódico colocaron: "El Reverendo Moon, declarado inocente, fue puesto en libertad." Apenas en tres líneas. Desparramaron por todo el país los rumores falsos y maliciosos, pero enterraron silenciosamente el hecho de que esos rumores eran todos fabricados y sin sentido. Nuestros miembros protestaron: "Maestro, esto es injusto, nos da bronca, no podemos soportarlo". Lloraron delante de mí, pero me quedé callado y los tranquilicé. .
Nunca olvidé el dolor que sentí cuando me acusaban con el dedo y se burlaban de mí. Cuando muchos me culparon y no había lugar para mí en toda la península de Corea, yo pude soportarlo y superarlo, pero aquella tristeza aun permanece en una parte de mi corazón. Puedo ser como un árbol azotado por el viento y la lluvia y chamuscado por el fuego, pero nunca me permitiré llegar a ser un árbol que se queme y se muera. Hasta en las ramas chamuscadas salen nuevos brotes cuando llega la primavera. Si sigo caminando honrosamente, abrazando firmes convicciones en mi corazón, el mundo también ciertamente algún día me reconocerá.

Las heridas nos entrenan

La gente calificaba de herejía la nueva verdad que yo predicaba, y me arrojaban piedras, pero Jesús, nacido en la tierra del judaísmo, también fue acusado de ser un hereje y fue crucificado. En comparación, la persecución que yo recibí no fue tan dolorosa ni mortificante. Podía soportar cualquier sufrimiento que le infligiesen a mi cuerpo. Sin embargo, la acusación de herejía en contra de nuestra iglesia no podía ser más injusta. Muchos de los teólogos que han estudiado nuestra iglesia en sus comienzos dijeron que era una nueva teología, muy original y sistemática, y la recibieron complacidos. A pesar de ello, el hecho de que la controversia que rodeaba la herejía de nuestra iglesia haya crecido y se haya expandido en tal grado, más que una cuestión teológica fue algo engendrado por las circunstancias de la realidad del momento.
La mayoría de nuestros miembros venían de otras iglesias. Esa fue precisamente la causa de que nuestra iglesia se convirtiese en la enemiga de las iglesias tradicionales. Cuando el profesor Yoon Young Yang, uno de los profesores de la universidad de Ewha que se había unido a nosotros, fue trasladado a la comisaría para ser interrogado, se descubrió que unos 80 pastores cristianos incluida la rectora Hwal Lan Kim, le habían había escrito cartas a las autoridades policiales criticando nuestra iglesia. No fue que nosotros hayamos hecho algo malo, sino por una ambigua sensación de temor y de crisis del establishhment y una clarísima represión del sectarismo extremo.

Personas de diversos grupos religiosos se sentían atraídas por nuestra iglesia y sus nuevas enseñanzas. Por más que los echase casi que amenazándolos: "¿Por qué viniste aquí? ¡Vuelve a tu iglesia!", enseguida estaban de vuelta. Los que acudían a mí no querían escuchar a nadie más, ni a sus profesores ni a sus padres, pero a mí me escuchaban. Yo no les daba dinero ni comida, pero creían en mí y venían a verme. La razón era que yo les abría un camino para aliviar sus sofocados corazones. Antes de saber la verdad, yo también estaba sofocado; lo sentía cuando miraba al cielo y a la gente a mi alrededor, de manera que los entendía bastante. Todas aquellas dudas acerca de la vida, para las que no encontraban respuestas, desaparecían como si fuesen lavadas al comprender la palabra de Dios. Como los jóvenes que venían a mí encontraban por primera vez las respuestas a las cuestiones que a diario abrumaban sus corazones, venían a nuestra iglesia y querían acompañarme, aun cuando el camino era sufrido y arduo.
Yo les había encontrado y abierto el camino; yo era quien los guiaba a recuperar familias derrumbadas, a sentir que recuperaban el país, el mundo, y en definitiva los guiaba en el camino a Dios. la sociedad, la nación, el mundo, y, finalmente, volver a Dios. Todos los que venían a mí, lo sabían; ellos querían ir conmigo en búsqueda de Dios. No puedo entender cómo a algunas personas eso les parecía mal. Solamente buscaban a Dios, pero tuvieron que sufrir toda clase de persecuciones y las críticas del mundo.
En medio de las dificultades que nos envolvían en la controversia por la herejía, quien más me dificultó las cosas fue quien era mi esposa en aquellos días. A partir de nuestro reencuentro en Pusan, ella y sus familiares comenzaron a exigirme el divorcio, que deje inmediatamente la iglesia y que viviésemos los tres como una familia normal, o que nos divorciemos. Incluso me fue a ver a la prisión de Seodaemun, sacó los papeles del divorcio, y me exigía que ponga mi sello. Pero yo, sabiendo cuán importante es el matrimonio en la construcción de un mundo pacífico de Dios, soporté sus insultos en silencio.

Ella fue agresiva de una manera tal que ni a los miembros de la iglesia se lo podía contar. Yo podía soportar lo que fuera necesario sus insultos y maltratos, pero me era difícil soportar sus ofensas hacia nuestra iglesia y nuestros miembros. Ella embestía en nuestra iglesia, a toda hora, insultando a los miembros, destrozando los muebles y adornos, tomando objetos que no le pertenecían cada vez que se le antojaba, y hasta arrojando heces humanas. Cuando ella aparecía, era imposible realizar un servicio de culto. Finalmente, tan pronto como vino a la cárcel de Seodaemun, accedí a su demanda y puse mi sello en los papeles del divorcio. Sin haber tenido la oportunidad de mantener mis propias convicciones, sufrí el divorcio.
Cuando pienso en mi ex mujer, aun hoy, lo siento por ella. Llegó a ese extremo por la influencia de su propia familia, que era muy cristiana, y por la instigación de su iglesia tradicional. Cuando pienso en cuánto ella llegó a cambiar, con lo firme que estaba antes de casarnos, vuelvo a darme cuenta del poder que tienen los prejuicios del mundo y los conceptos establecidos.
Pasé por el dolor del divorcio y de ser acusado de hereje, pero no me quebré en lo más mínimo. Eran cosas que debía asumir para redimir el pecado de Adán y Eva en el camino hacia el país de Dios. Dicen que el momento justo antes del amanecer es el más oscuro. Me aferré a Dios y vencí la oscuridad con la oración. Excepto los pocos momentos que pegaba un ojo, le dedicaba el resto del día a la oración

Lo más importante es tener un corazón sincero

Luego de tres meses me liberaron de prisión libre de culpa y retorné a la sociedad. Comprendí una vez más que estaba en deuda con el amor y la vida de Dios. Para pagar esa deuda, busqué un lugar donde volver a comenzar una iglesia desde el principio. Yo no le oré: "Dios, por favor, constrúyanos una iglesia." Nunca me quejé ni sentí vergüenza de haber tenido una iglesia pequeña e insignificante. Mientras tuviese un lugar para orar, con eso ya me sentía agradecido; no deseaba un espacio amplio y cómodo.

Al necesitar un lugar para que se reuniesen los miembros a ofrecer el servicio, obtuvimos un préstamo de 2 millones de won (hoy u$d 2000) y compramos una casa semiderruida en una pendiente de Cheongpa Dong. Era una de esas casas clasificadas como "propiedad enemiga", es decir, que había estado vacante desde que fue abandonada por los japoneses que habían ocupado Corea. Era una casa pequeña de menos de 20 "pyoung" (66 metros cuadrados) de superficie, ubicada al final de un callejón largo y estrecho, hasta el que había que adentrarse bastante por un camino oscuro y solitario que parecía una caverna. Encima, no sé qué habría sucedido allí que las columnas y las paredes estaban cubiertas de una suciedad negruzca. Con los jóvenes de nuestra iglesia le pasamos soda cáustica, la limpiamos cuatro días después y quitamos casi todas las manchas negras.

Luego de mudarnos a la iglesia de Cheongpa Dong ,
Iglesia en Cheongpa-don
prácticamente no dormía . Me sentaba inclinado en el piso del dormitorio principal hasta que se hacían las tres o las cuatro de la madrugada y oraba. Me quedaba dormido con la ropa puesta, en la posición de un camarón, y a las cinco me levantaba y comenzaba las actividades del día. Continué con ese estilo de vida durante siete años. A pesar de dormir apenas una o dos horas al día, nunca me sentí con sueño durante el día, mis ojos brillaban como la estrella de la mañana, y nunca me sentía cansado.



Mi mente estaba tan llena de cosas para hacer que hasta me daba pena usar tiempo para comer. No me hacía preparar una mesa para comer; comía en el piso, agachado sobre el plato. Me repetía constantemente a mí mismo y oraba con un corazón que siembra una semilla en medio de todo tipo de falsos rumores y oposición: “¡Derrama tu devoción! ¡Derrámala aunque tengas sueño! ¡Derrámala hasta el agotamiento! ¡Derrámala aunque sientas hambre!" Y estaba convencido que algún día cosecharía lo sembrado. Sentía que si no llegaba a cosecharlo en Corea, ciertamente lo cosecharía en algún otro lugar del mundo.
Un año después, nuestra iglesia tenía más de cuatrocientos miembros. Si los nombraba uno por uno en mi oración, incluso antes de nombrarlos veía sus rostros pasar uno tras otro por mi mente. Algunos se veían llorando y otros riendo. En mi oración me daba cuenta de cómo estaba cada uno, si estaba enfermo o no.
A veces cuando estaba nombrando a alguien sentía, "hoy esta persona vendrá a la iglesia", y venía, sin falta. Iba a visitar al que se veía enfermo en mi oración y le preguntaba: "¿Te duele algo?" "Así es", me respondía. Cada vez que los miembros se sorprendían "¿Cómo sabía, Maestro, que yo estaba enfermo? ¡Es increíble! ", yo me limitaba a sonreír.
Esto ocurrió para el tiempo de una ceremonia de bendición en matrimonio. Antes de la ceremonia le preguntaba a los novios si habían mantenido su castidad. Ese día, al preguntarle a un candidato en particular, me contestó en voz alta que sí. Le pregunté de nuevo y me aseguró que sí. Le pregunté por tercera vez, y me dio la misma respuesta. Lo miré fijamente a los ojos y le dije con voz temerosa: "Tú cumpliste el servicio militar en Hwacheon, en la provincia de Kangwon, ¿no?" Con voz llena de miedo me respondió que sí. "Cuando te dieron licencia fusite a un motel en camino a Seúl, ¿no? Ese día te acostaste con una mujer de pollera roja. Lo sé muy bien, ¿por qué me mentís?" Yo me enojé y lo eché. Si mantenemos abiertos los ojos del corazón, se llega a saber lo que otros ocultan
Había quienes venían a la iglesia arrastrados por la fuerza de fenómenos paranormales más que por la palabra de Dios. Muchas personas piensan que los poderes espirituales son lo máximo y se aferran a ellos. Sin embargo, aquello que llamamos comúnmente milagros, tienden a seducir a la gente en general. Una fe que se basa en sucesos inexplicables o milagrosos no es una fe saludable. Todo pecado debe ineludiblemente ser restaurado mediante una redención. Nunca hay que apoyarse en en el poder espiritual. A medida que nuestra iglesia se asentaba, no hablé más con los miembros sobre lo que veía con los ojos de mi corazón.
El número de miembros creció gradualmente, pero yo, fuesen decenas o centenas, los trataba como si fuesen una sola persona. Fuese una anciana o un hombre joven, los escuchaba con toda mi devoción. De todos los miembros escuché decir lo mismo sobre mí."Nadie en toda la República de Corea me escucha como lo hace el Maestro Moon". Las abuelas me contaban desde cómo fue que se casaron hasta de los achaques de su anciano.

Dando un sermón en Cheongpa-don, justo después de la liberación
de la cárcel de Seodaemun.
Verdaderamente me gusta escuchar las historias de los demás. Por eso cada vez que alguien, sea quien fuere, se abría y me contaba, perdía la noción del tiempo. Escuchaba durante diez o veinte horas sin parar. La persona que pide conversar tiene una necesidad de urgencia. Busca una soga que la salve, así que debía escucharlos con mi toda mi devoción. Esa es la manera de amar la vida de esa persona y de pagar las deudas de mi vida. Lo más importante es valorar y respaldar esa vida. De la misma manera que yo escuchaba a los demás con todo mi corazón, yo le hacía escuchar intensamente a Dios mi más sincero corazón y le oraba derramando lágrimas.
Rezaba con lágrimas toda la noche, y no había día que el suelo de madera se secara. Estaba mojado con mi sudor. Tiempo después, mientras estaba en los Estados Unidos, recibí la noticia de que los miembros estaban planeando restaurar a nueva la Iglesia de ChongPaDong, y envié un telegrama ordenando que detuviesen la obra de inmediato. Es cierto que esa iglesia era un lugar que contenía mi propia historia personal, pero más que eso, ese lugar era el testimonio vivo de la historia de nuestra iglesia. ¿De qué serviría que hiciesen un bello predio si desaparecía nuestra historia? Lo importante no era el aspecto exterior, sino el ideal alojado en su interior. Podrá ser deficiente, pero su valor radica en la tradición y en la luz allí existente. Un pueblo que no sabe respetar su propia tradición, está destinado a declinar.
En las columnas de la Iglesia de Chong Pa Dong está gravada la historia: "tal día, por tal y tal motivo, se abrazó a este pilar y lloró". Ver esa columna a la que me abracé y lloré, me hace llorar de nuevo. Ver el marco desencuadrado de la puerta me trae recuerdos. Hoy, sin embargo, no queda nada del piso de madera. Los rastros de las lágrimas se ha ido junto con el piso donde me inclinaba en oración y derramaba lágrimas, . Lo que yo necesito es el recuerdo de aquel dolor. No importa que el estilo o la apariencia externa sea viejo. Con el paso del tiempo llegamos a tener muchas iglesias bien construidas, pero yo me siento más cómodo yendo a orar a la antigua y estrecha casa de la colina en Cheongpa Dong.
Pasé mi vida orando y predicando, pero todavía hoy siento temor cuando me paro frente a muchas personas, porque hablar frente a otros de asuntos públicos es algo que le da vida a muchas personas pero también mata a otras. Es realmente una cuestión de suma importancia para mí llevar por el camino de la vida a la gente que me escucha. Es trazar una línea definida en la encrucijada entre la vida y la muerte.
Todavía no decido de antemano el contenido de mis sermones, ya que si lo preparo de antemano tal vez puedan entremezclarse en el sermón mis objetivos particulares. Podría hacer alarde del conocimiento que he acumulado en mi cabeza, pero no me permitiría derramar mi corazón más sincero y fervoroso. Antes de aparecer en público siempre oro por más de diez horas y concentro mi devoción. Con ello profundizo mis raíces. Aunque a las hojas se las coman un poco los insectos, si la raíz es profunda no hay problema. Si bien en ocasiones mis palabras pueden incomodar, basta con tener un corazón sincero.
Por el tiempo que iniciamos la iglesia vestía una chaqueta militar que habían usado los norteamericanos y ropa de fajina teñida de negro, subía a la tarima y predicaba empapado en sudor y lágrimas. No había día que no llorase amargamente. Las lágrimas llenaban mi corazón y fluían hacia afuera. Eran días en los que mi espíritu parecía estar distanciarse, como si estuviese a punto de expirar. Mi ropa estaba empapada y gotas de sudor rodaban de mi cabeza.
En los días de la Iglesia de Chong Pa Dong todos pasaron momentos difíciles, pero en particular Hyo Won Eu realmente sufrió mucho. Aquejado de una enfermedad en sus pulmones que le dificultaba todo, dio conferencias dieciocho horas diarias durante tres años y ocho meses. El alimento no era satisfactorio y aguantó con dos raciones diarias de cebada. Para acompañar la cebada, apenas un kimchi que solo dejábamos fermentar de un día para el otro. A Hyo Won Eu le gustaban los camarones pequeños salados. Dejaba un tapper con estos pequeños camarones en una esquina de la habitación y de vez en cuando iba y los pinchaba con un solo palito, racionándolos. Así fue como soportó días difíciles. Me dolía en el alma verlo agotado del hambre, tendido en el piso sin fuerzas. Me hubiese gustado poder darle mariscos. Todavía hoy, cuando pienso en él, que aun doliente se grabó y ordenó mis palabras que fluían como una cascada, se me paraliza el corazón.
Gracias al sacrificio de muchos miembros, la iglesia crecía sólidamente. Con estudiantes de escuela intermedia y secundaria formamos la agrupación juvenil "Sunghwa". Esos estudiantes se organizaron entre ellos por número y, turnándose, le daban a nuestros misioneros la vianda que sus madres les habían preparado para llevar a la escuela. Cuando los misioneros llevaban ese arroz a su boca, no podían evitar las lágrimas pensando en el hambre del joven que se había salteado una comida. La devoción era para los jóvenes más importante que la comida en sí, y redoblamos nuestra determinación con un corazón apremiado: "Cumplamos Su voluntad aunque nos cueste la vida".

En medio de esas dificultades salieron misioneros hacia todo el país. Había tantos rumores maliciosos que era triste para nuestros miembros no poder decirle a la gente que eran de la Iglesia de la Unificación, pero limpiaban las calles, ayudaban en tareas domésticas a quien lo necesitare y abrían escuelas nocturnas para alfabetizar a la gente y predicarles la palabra de Dios. Llevaba varios meses hasta que lograban una afinidad de corazón y así, sirviendo a la gente, nuestra iglesia fue creciendo. Aun no olvido a los miembros de los primeros tiempos pioneros, que aunque tenían fuertes deseos de ir a la universidad, desistieron de hacerlo y optaron por permanecer a mi lado y dedicarse a la iglesia.

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