-Establecimiento de la iglesia y la persecución-
"Tú eres mi maestro espiritual"
Después de cruzar el río Imjin, viajamos a
través de Seúl, Wonju y Kyungju, llegando a Pusan el 27 de enero de 1951. El
suelo de Pusan estaba repleto de refugiados llegados del norte. Parecía como si
todas las personas del país se hubiesen reunido allí, ocupando todo lugar donde
vivir fuese posible, y no cabía un trasero más. No quedaba otra opción que
entrar en el bosque por la noche para escapar del frío, y de día bajar a la
ciudad en busca de comida.
Mi cabello, que había mantenido corto
durante mi estadía en prisión, había crecido en abundancia. Mi pantalón, al que
por dentro le había cocido el algodón de un acolchado, estaba todo gastado.Mis
ropas estaban tan impregnadas de una mugre grasosa que cuando llovía las gotas
rodaban sobre la tela. De las suelas de mis zapatos no quedaba casi nada, de
tan agujereadas que estaban, y era como caminar descalzo. Por donde me mirasen,
era el rey de los miserables, el más pordiosero de los mendigos. Como no tenía
ni trabajo ni dinero en el bolsillo, no me quedaba otra que mendigar comida.
Aun mendigando comida mantenía mi dignidad.
Yo era muy suspicaz, y si a la primera mirada notaba que alguien no me iba a
dar nada, le decía con firmeza: "¡Oiga, usted debe ayudar a la gente necesitada
si quiere recibir bendiciones después!" Y así obtenía comida. Entonces nos
reuníamos en círculo en un área soleada y compartíamos lo que habíamos recibido
entre decenas de personas. Aun sin poseer nada y mendigando alimento, fluía
entre nosotros una cálida amistad.
"¡Miren esto!", oí a alguien
gritar, "¿Cuánto años han pasado?"
Me volví para ver quién llamaba con tanta
alegría y ví que era Dok Moon Eom, un amigo de mis días de estudiante en Japón,
quien se había enamorado de mis canciones y terminamos amigos para toda la
vida.. Hoy día es uno de los arquitectos más representativos de Corea, por
haber diseñado el Centro Cultural Sejong y el Hotel Lotte. Me abrazó en un
apretón con mis ropas raídas y me arrastró a su casa.
"Vamos", dijo. "Vamos a mi
casa".
Él se había casado y vivía en un solo
ambiente. En medio del pequeño cuarto colgó un acolchado, con lo que dividió la
habitación en dos, y mandó a su esposa y sus dos hijos pequeños al otro lado.
"Dale", dijo, "Contame cómo
viviste todo este tiempo. Siempre me pregunté dónde y cómo estarías viviendo.
La pasábamos como íntimos amigos, pero siempre fuiste más que un amigo para mí.
¿Sabías que internamente siempre sentí un gran respeto por vos?"
Hasta ese momento yo nunca había compartido
abiertamente mi corazón con ninguno de mis amigos. A tal punto que en Japón, si
venían mis amigos cuando estaba leyendo la Biblia, enseguida la guardaba. En la
casa de Duk Moon Eom hablé de mí por primera vez.
No alcanzó la noche para que le cuente
todo. Le hablé de mi encuentro con Dios, de las cosas nuevas que me había dado
cuenta, de cruzar el paralelo 38 para ir a Pyung Yang a comenzr una iglesia, de
haber sobrevivivo a la prisión de Heungnam. Llevó tres días enteros contarle
todo. Luego de escuchar mi relato, Duk Mun Eom se levantó de golpe y comenzó a
hacerme una gran reverencia.
"¿Qué te pasa? ¿Qué estás
haciendo?", le pregunté.
Tiré de su mano para impedírselo, pero fue
inútil.
"A partir de ahora, tú eres mi gran
maestro", dijo. "Esta reverencia es mi saludo a mi maestro, así que
por favor aceptalo."
Él ha estado a mi lado desde entonces, como
amigo de toda la vida y como discípulo.
Cuando dejé la habitacion de Duk Mun Eom
conseguí un trabajo pesado, nocturno, en el Muelle 4 del puerto de Pusan.
Cuando cobraba me compraba un guisado de porotos en la estación de Cho-ryang.
Para que no se enfriasen, envolvían todas las viandas fuertemente atadas con
unos trapos, pedazos de mantas. Cuando me compré uno, estuve abrazado al
recipiente más de una hora antes de comerlo. Eso ayudó a calentar mi cuerpo,
congelado después de haber estado trabajando toda la noche en el frío del
muelle.
La chosa construida junto con Won Pil Kim a principios de 1951 en Beomnetgol. |
Para entonces me alojaba en un refugio para
obreros del barrio Cho-ryang. La habitación era tan pequeña que aun acostado en
diagonal mis pies tocaban la pared. Pero aun así afilé un lápiz y comencé con
dedicación a escribir el primer borrador del "Wolli Wonbon" (Texto
original del Principio Divino). El hecho de que yo fuese financieramente pobre
no era un problema. Aunque uno viva dentro de una plia de basura, si uno tiene
voluntad, no hay nada que no pueda hacer.
Won Pil Kim, que acababa de cumplir 20
años, también hizo de todo. Trabajaba como empleado en un restaurante y traía
las sobras del arroz pegado al fondo de las ollas, que luego hervíamos y
compartíamos. Nacido con un don para el dibujo, consiguió trabajo como pintor
en una base norteamericana.
En eso, subimos hasta Pom Net Col en Beom
Dong-il y construímos una choza. Debido a que Pom Net Col está cerca de un
cementerio, en aquel tiempo no había más que un barranco rocoso. No teníamos un
terreno que pudiésemos decir que era nuestro, por lo que apisonamos una sección
de una pendiente empinada e hicimos las bases de una vivienda. Ni siquiera
teníamos una pala, así que tomamos a escondidas una pala pequeña de la cocina
de alguien y más tarde la retornamos sin que el dueño se diera cuenta que
faltaba. Con Won Kim Pil rompimos las piedras, cavamos la tierra, y cargamos
balasto. Levantamos las paredes con ladrillos hechos de barro y paja.
desarmamos unas cajas de víveres vacías que nos dieron en una base
estadounidense, y las pusimos de techo. El suelo lo cubrimos con bolsas negras
de plástico.
No había otra choza como ésta. Por ser una
vivienda apoyada en las rocas, un enorme pedazo de roca sobresalía en el centro
de la habitación. Las únicas posesiones que teníamos era un pequeño escritorio
detrás de la piedra y un caballete de Won Pil Kim. Cuando llovía, teníamos una
fuente natural dentro de nuestra vivienda. Era muy romántico escuchar el sonido
del agua que fluía por debajo de donde estábamos sentados. Por la mañana,
después de dormir en esta habitación helada, en la que se filtraba la lluvia y
el agua fluía debajo de ella, no dejaba de correr agua de nuestras narices.
Pero éramos felices de tener aunque fuere un pequeño espacio donde poder
acostarnos y relajar nuestras mentes. El entorno era miserable, pero lleno de
esperanza, porque estábamos en el camino de la voluntad de Dios.
Cuando Won Pil iba a trabajar a la base
estadounidense, yo lo acompañaba hasta el pié de la colina. También cuando
volvía por la tarde bajaba a esperarlo. El resto del tiempo ni dormía, le
sacaba punta al lápiz, me sentaba en el escritorio y me dedicaba a escribir el
Wonbon Wolli. No había arroz en el tarro, pero el cuarto estaba lleno de de
lápices. Won Pil Kim me ayudó de muchas maneras, tanto material como
espiritualmente, para que pudiera concentrarme en la
escritura. Debía estar
cansado después de trabajar todo el día, pero me hacía compañía, al punto de
darse cuenta que por falta de sueño yo me quedaba dormido en el baño, y me
seguía hasta allí para ver si me sentía bien. No sólo eso. Él decía: "Me
gustaría contribuir aunque sea un poco con el libro que está escribiendo",
así que empezó a dibujar retratos de soldados estadounidenses con el fin de
ganar dinero para comprar lápices y otras cosas. En aquel tiempo estaba de moda
entre los soldados norteamericanos hacer un retrato de su esposa o de su novia
antes de regresar a su patria. Pegaba una tela en marcos de madera, pintaba los
retratos y recibía cuatro dólares por cada uno.
Primer libro del Wol-li Wonbon 11 de mayo de 1951 |
Me sentía tan agradecido por su dedicación
que cuando él dibujaba yo me sentaba a su lado en silencio y hacía lo posible
por ayudarlo. Después que se iba a trabajar a la base, yo encolaba
consistentemente la tela, cortaba la madera para los marcos y los pegaba.
Durante el tiempo que le llevaba salir del trabajo y llegar a casa, yo le lavaba
sus pinceles y le compraba la tintura que necesitase. Entonces, sobre la tela
encolada, él dibujaba con un lápiz 4B. Al principio sólo le encargaban de a uno
o dos retratos, pero de repente se hizo conocido y ni dormía de noche, ya que
debía dibujar veinte o treinta retratos.
Ni bien aumentó el trabajo, yo, que
solamente preparaba los marcos con la tela, también tuve que agarrar el pincel.
Una vez que Won Pil había dibujado el contorno de la cara, yo coloreaba los
labios y la vestimenta. Con el dinero que ganamos juntos, fuera de los lápices
y el material de dibujo, el resto lo usábamos para las cosas de la iglesia. Era
muy importante dejar registro escrito de la palabra de Dios, pero más
importante y urgente aun era propagar Su voluntad a muchas más personas.
El loco apuesto que vive junto al pozo de
agua
Cuando construimos la casa de adobe en
Beom-net-gol (Pom Net Col) y comenzamos una iglesia, había solamente tres
personas para oírme predicar. Pero yo no hablaba considerando que eran
solamente tres los que me escuchaban, sino que hablaba con voz sonora, como
dirigiéndome a millares, a millones, a la Humanidad entera aunque no los viese.
Yo predicaba con voz potente, dirigida al mundo entero, los principios que
había comprendido.
Había un pozo de agua delante de nuestra
casa, y entre la gente que venía a buscar agua al pozo comenzó a circular el
rumor que en la casa de barro vivía un loco. Era entendible que se susurrara de
esa manera, ya que en una región deshabitada había alguien de aspecto miserable
viviendo en una casa que parecía embrujada y que gritaba como si estuviese
dándole órdenes al mundo. Parece que cuando escucharon decir que habría grandes
cambios en el Cielo y en la Tierra y que Corea uniría al mundo, los rumores
acerca de mí se expandieron hasta el fin de la colina. No sé si por esos
rumores, o porque querían ver al loco que vivía cerca al pozo, empezó a venir
gente. Una vez vino un grupo de estudiantes de un seminario teológico, y hasta
vino un grupo de profesores de la Universidad de Mujeres Ewha. Los rumores
fueron complementados con que yo era un hombre esbelto, de buen aspecto, por lo
que mujeres de mediana edad comenzaron a subir la colina para ver al "loco
apuesto" como una forma de pasar el tiempo.
El día que terminé de escribir el Wolli
Wonbon, dejé mi lápiz y oré: "Ahora es el momento de evangelizar; por
favor, envíeme santos a los que pueda darles testimonio", y luego me fui
hacia el pozo. . Era el 10 de mayo de finales de la primavera, llevaba puestos
unos pantalones tradicionales de Corea forrados de algodón y una chaqueta
vieja, y estaba sudando. En ese momento vi que una mujer joven subía hacia la
fuente, secándose el sudor de la frente.
Ni bien se acercó le dije: "Dios te ha
estado dando mucho amor los últimos siete años", y ella se sobresaltó
sorprendida. Es que siete años atrás ella había decidido dedicar su vida a la
obra de Dios.
"Mi nombre es Hyun Shil Kang,"
dijo, "y soy evangelista de la Iglesia Beom Cheon del barrio al pié de
esta colina. Escuché que había un loco viviendo aquí, así que vine a darle
testimonio".
Así fue como ella me saludó. Una vez que
terminó de saludarme y ya dentro de la casa recorría con ojos extrañados el
lastimoso cuarto, y mirando fijamente el escritorio preguntó: "¿Por qué
tienes tantos lápices allí?"
"Hasta esta mañana," le contesté,
"estuve escribiendo un libro que revela principios del universo. Se me
ocurre que Dios te ha enviado aquí para que escuches la Palabra".
"¿De qué me estás hablando",
dijo. "Vine aquí porque me dijeron que suba a predicar al que vive cerca
del pozo".
Le acerqué un cojín, la invité a sentarse y
me senté yo también. Se oía el sonido del agua que fluía por debajo de
nosotros.
"En el futuro Corea desempeñará un
papel similar al de la cima del mundo", le dije. "Llegará el tiempo
cuando gente de todo el mundo se lamentará de no haber nacido coreana".
Me contempló con una expresión de asombro
ante lo absurdo.
Al escucharme decir: "Así como Elías
apareció como Juan el Bautista, Jesús vendrá a Corea usando un cuerpo
carnal", se enojó y replicó,
"Me estás diciendo que Jesús, como si
no tuviese dónde ir, vendrá a un lugar tan miserable como Corea?" Y siguió
"¿Has leído el libro del Apocalipsis?
Yo..."
"¿Me lo dice como alguien que estudió
en el Seminario teológico de Koryo?" la interrumpí.
"¿Eh? ¿Cómo sabes eso?" -preguntó
ella.
"¿Cómo podría haberte esperado si no
supiera ni siquiera eso de ti? Dijiste que viniste aquí a darme testimonio, de
manera que, adelante. Enséñame".
Hyun Shil Kang, como buena sabedora de
teología, citaba versículos bíblicos uno tras otro, atacándome. Me desafiaba
tan ferozmente que me mantuvo ocupado respondiendo a sus retos con voz fuerte,
como si fuese el sonido de la chimenea de una locomotora. Nuestro debate se
extendió hasta que afuera oscureció, así que serví la cena. Lo único que
teníamos para acompañar el arroz era un kimchi desabrido, pero nos sentamos en
la sala con el sonido del agua corriente, entre los dos comimos todo y
debatimos de nuevo. Ella volvió al día siguiente, y al otro día, y después de
haber polemizado conmigo, dejó la Iglesia de Beom Cheon y se convirtió a
nuestra iglesia.
Un día muy ventoso de noviembre, mi mujer
vino a verme a la choza en Beom-net-gol (Pom Net Col). Estaba tomando de la
mano a un niño de siete años. Mi hijo había nacido el año que salí de casa para
ir a vender arroz y me fui para Pyongyang, y se había convertido en un
muchachito. Yo no me atrevía a mirarlo de frente. Ni podía acariciar su rostro
para mostrarle mi alegría, ni pude abrazarlo. Yo me quedé parado como una
estatua de piedra, sin poder decir una palabra.
Sin necesidad que ella me lo dijera, yo
podía imaginar el dolor que esa madre y ese niño habrían sufrido en medio de la
guerra. En realidad yo ya sabía dónde y cómo estaban viviendo. Pero aun no era
el momento de cuidar de mi propia familia. Así como le había pedido desde antes
de casarnos, si creía en mí y me espera, podría venir contento un día a
buscarlos, pero aun no era el momento. La cabaña era estrecha y destartalada,
pero era nuestra iglesia. Varios miembros comían conmigo, vivían allí conmigo,
y estábamos estudiando la palabra de Dios; No era el lugar donde traer a mi
familia. Mi esposa le dio un vistazo a la cabaña, se decepcionó mucho y se fue
cuesta abajo.
Una iglesia sin denominaciones, una iglesia
que no es iglesia
Si es como dice el dicho que uno vive tanto
como insultos recibe, yo podría vivir otros cien años más. Además, mi estómago
está repleto, no de comida sino de los insultos que me comí, muchos más que el
común de la gente, y diría entonces que nadie en el mundo tiene la panza tan
llena como yo.
Las iglesias protestantes tradicionales que
se me opusieron y me apedrearon cuando fui a Pyung Yang a comenzar una iglesia,
también se me opusieron en Pusan. Incluso antes de comenzar una iglesia como
debe ser, nos cuestionaron inquisitivamente. Calificativos como
"hereje" y "pseudo" fueron agregados como parte de mi
nombre propio. De hecho, decir "Sun Myung Moon" era lo mismo que
decir hereje o pseudo-religioso, al punto que nadie me nombraba ya sin los
prefijos hereje o pseudo.
Establecimiento de la Asociación, 3 de Mayo de 1954 |
En 1954, soportando una violenta
persecución, desmontamos la choza de Pusan y subimos a Seúl, pasando por Daegu.
En mayo del año siguiente alquilamos una casa en el barrio de Bukhak, cerca del
Parque Jang Choong Dan, y colgamos un cartel que decía "Asociación del
Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial". Le pusimos
ese nombre porque no queríamos pertenecer a ninguna denominación. Y menos tenía
yo la intención de crear una nueva denominación.
"Cristianismo Mundial" se refiere
a todo el cristianismo, de todas las eras y países. "Unificación"
sugiere el propósito a perseguir. "Espíritu Santo" es una expresión
que sugiere armonía entre los mundos espiritual y físico centrados en el amor
de la relación padre-hijo. En otras palabras, significa "respaldada por el
mundo espiritual centrado en Dios". En particular, la unificación era mi
ideal de ir construyendo el mundo ideal de Dios. La unificación no es una
unión. Una unión es cuando se juntan dos, pero una unificación es cuando dos se
hacen uno. "Iglesia de la Unificación", que se convertiría en nuestro
nombre más tarde, era el nombre que otros nos pusieron; en aquellos días los
universitarios nos llamaban "la Iglesia de Seúl."
Sin embargo no me gusta tanto la palabra
"kyo-hoi (iglesia)." Sus caracteres chinos significan literalmente
reunión ("hoi") de enseñanza ("kyo"). La palabra religión,
Jong-kyo, está compuesta de dos caracteres chinos que significan
"central" y "enseñanza", respectivamente. En otras
palabras, una iglesia es una reunión donde se enseñan las cosas fundamentales.
La palabra "kyo-hoi" no implica ninguna razón por la cual los otros y
yo debamos compartir algo. Pero la gente en general usa palabra
"kyo-hoi" con un significado especial. Yo no quería pertenecer a esa
categoría especial. Lo que yo deseaba era una iglesia sin denominaciones. La
verdadera religión intenta salvar a la nación aun si tiene que sacrificar a su
propia institución, intenta salvar al mundo aun a costa de sacrificar su país,
y trata de salvar a la Humanidad aun si eso implica sacrificar al mundo. En
ningún momento debe priorizarse la propia denominación o institución.
No tuvimos más remedio que colgar el
letrero de iglesia, pero en mi corazón yo estaba dispuesto a quitar ese letrero
en cualquier momento. Una vez que uno cuelga un letrero que dice
"iglesia", está diferenciando una iglesia de lo que no lo es. No es
correcto dividir en dos lo que es una sola cosa. Ese no era tampoco mi sueño,
ni era el camino que yo iba a seguir. Si tengo que quitar el cartel a fin de
salvar a la nación o el mundo, estoy dispuesto a hacerlo en cualquier momento.
Pero la realidad nos obligó a colgar en el
portón el letrero que decía "iglesia". Hubiese lucido mejor si lo
colgábamos más bien en una parte alta, pero el alero de la casa era muy bajo y
no era el lugar apropiado para colocarlo. Al final lo colgamos al alcance de la
altura de un niño. De hecho los chicos del barrio lo quitaron, jugaron con él y
terminaron rompiéndolo en dos partes. Como era históricamente importante para
nuestra iglesia no podíamos tirarlo a la basura, así que lo atamos
intrincadamente con alambres y lo clavamos firmemente en el portón. No sé si
fue porque nuestro letrero fue tratado con tanto desprecio que también nosotros
fuimos indescriptiblemente despreciados.
En una habitación de 2,4 m2 con un alero
tan bajo que la gente tenía que agachar la cabeza para entrar, cuando seis
personas
nos juntábamos a orar, nuestras frentes prácticamente se chocaban unas
a otras. La gente del barrio se reía de nuestro letrero. Se burlaban de
nosotros como diciéndose qué tipo de unificación mundial estábamos soñando en
una casa tan pequeña que "había que arrastrarse para entrar en ella".
Ni siquiera trataban de averiguar el significado de que hayamos elegido ese
nombre; simplemente nos miraban como si estuviésemos locos. Pero a nosotros no
nos importaba. Si en Pusan vivíamos mendigando para comer, ahora que teníamos
una habitación para llevar a cabo los servicios, no teníamos nada que temer. Si
bien usaba pantalones de fajina militar norteamericana, con ropa teñida de
negro y con zapatos de goma negros, en mi corazón me sentía muy digno.
Primera Iglesia en Seul |
Las personas que asistían a nuestra iglesia
se llamaban entre sí shik-ku, o miembro de la familia. En aquellos días, todos
nuestros miembros vivían embriagados de amor. Si alguien estaba pensando en la
iglesia con deseos de ir, no importa dónde estuviese su cuerpo, podía ver y
escuchar todo lo que yo estaba haciendo y diciendo. Estábamos todos unidos por
un cable eléctrico interior de amor conectado con Dios. Una mujer podría estar
en casa preparando el arroz, y de repente salía corriendo a la iglesia,
dejándolo a medio hacer. Otra decía que se iba a cambiar la pollera y salía
corriendo a la iglesia con su pollera agujereada. Y si a alguna mujer su marido
la rapaba a cero para que no saliese de su casa, se venía igual a la iglesia
con la cabeza rapada.
Ni bien se incrementó el número de
miembros, comenzamos a predicar en los campos universitarios. En la década de
1950, los estudiantes universitarios poseían el mejor nivel intelectual. En
primer lugar predicábamos frente a las universidades de Ewha Women University y
Yonsei University; poco después, iba creciendo el número de estudiantes que
acompañaban nuestra iglesia.
El profesor de música de la Universidad de
Ehwa, Yoon Young Yang, y el profesor Choong Hwa Han, a cargo de la inspección
del dormitorio estudiantil, vinieron a visitarnos. No sólo profesores, sino
también muchos estudiantes; pero no unían a nosotros de a uno o dos a la vez,
sino que lo hacían por decenas y crecíamos en progresión geométrica, . Esto fue
una sorpresa no solamente para las iglesias tradicionales sino también para
nosotros.
A los dos meses de haber comenzado a
predicar en las cercanías de las universidades, el número de fieles creció
explosivamente,
principalmente con estudiantes de Ehwa y Yonsei. Fue muy veloz,
como si una repentina brisa de primavera hubiese soplado y cambiado los
corazones de los estudiantes en un instante. Decenas de estudiantes de Ewha se
mudaban con nosotros en un solo día. Si alguien trataba de impedirles de
detenerlos, protestaban, "¿Por qué? ¿Por qué no me deja salir? Si quiere
impedir que salga, tendrá que matarme. ¡Máteme!", y saltaban el cerco del
dormitorio. De nada me sirvió intentar detenerlas. Les gustaba más nuestra
iglesia, aunque olía a pies sucios, antes que su limpia escuela. Eran
obstinadas al respecto.
Acompañado con estudiante de la universidad de Ewha |
Por último la rectora Hwal Lan Kim(Helen
Kim) despachó al profesor Young Oon Kim, del Departamento de Bienestar Social
religioso, a nuestra iglesia. El profesor Kim había estudiado teología en
Canadá, y era un teólogo por quien Ewha tenía grandes expectativas. La rectora
Kim envió adrede al profesor Kim, cuya especialidad era la teología, con la
esperanza de que encuentre los puntos débiles de nuestra doctrina y así impedir
que sus estudiantes sigan yéndose en masa a nuestra iglesia. Pero el profesor
Kim, quien había venido en calidad de enviado especial, una semana después de
haberme conocido se convirtió en uno de nuestros miembros más entusiastas. Ni
bien reconoció nuestra iglesia, otros profesores y estudiantes comenzaron a
confiar más en nosotros. Ni qué decir que el número de seguidores creció como
una bola de nieve.
Como la situación creció fuera de control,
las iglesias protestantes volvieron a atacarnos diciendo que les robábamos sus
miembros. Eso me amargó; era injusto. Nunca forcé a nadie a que sólo escuche
mis sermones, o que sólo asista a nuestra iglesia. Si los echaba por la puerta
principal, volvían a entrar por la puerta trasera; si trancaba el portón,
saltaban el cerco. No me alcanzaban mis fuerzas para detenerlos. Los más
perplejos eran los administradores de Yonsei y Ewha. Apoyados por fundaciones
cristianas, no podían quedarse mirando cómo sus estudiantes y profesores pululaban
a otro grupo religioso.
El incidente de despidos y expulsiones en
las universidades de Ehwa y Yonsei
Desbordadas por la crisis, las
universidades de Ehwa y de Yonsei optaron por medidas extremas únicas en su
historia. Ewha despidió a cinco profesores, incluyendo al profesor Kim Young
Oon, y expulsó a catorce estudiantes. Cinco de ellos ya se graduaban. En la
universidad de Yonsei también despidieron a un profesor y expulsaron a dos
estudiantes.
El capellán de la universidad en aquellos
días había intentado asesorar a los estudiantes, "¿Acaso no pueden asistir
a esa iglesia después de graduarse para que no influya en la
universidad?", pero no le hicieron caso. Por el contrario, los estudiantes
se protestaron fuertemente:
"En la universidad hay muchos ateos y
hasta hijos de chamanes, ¿por qué solamente nos expulsan a nosotros?".
Pero las autoridades de la escuela les
reiteraban su postura: "Nuestra escuela es privada, y por ser cristiana,
podemos expulsarlos a voluntad", y los echaron obstinadamente.
Cuando los medios se enteraron del
incidente, un periódico publicó un editorial titulado "En un país donde
hay libertad de culto, las medidas de expulsión son erróneas", y agitó la
opinión pública.
La Universidad de Ewha, financiada por una
fundación cristiana de Canadá, temía atravesar problemas de apoyo financiero si
se expandía el rumor de que muchas de sus estudiantes iban a una iglesia
considerada hereje. En aquellos días, Ewha era muy diligente en tomarle
asistencia a los estudiantes en sus tres horas semanales en que celebraban
capilla, y lo reportaba a la sede misionera.
Una vez que los estudiantes fueron
expulsados y los profesores despedidos, la opinión pública comenzó a cambiar
más y más a nuestro favor. Para revertir eso, Ewha comenzó a propagar falsos
rumores, tan lamentables que ni siquiera me atrevo a hablar de ellos.
Originalmente, cuanto más falso el rumor, más atrae a la gente. Estos falsos
rumores dieron origen a otros falsos rumores, y nuestra iglesia fue atormentada
durante más de un año por esas historias raras.
Yo no deseaba que el incidente se
agrandase. Me negaba a causar problemas. Traté de persuadir a estudiantes y
profesores de que podían llevar una vida de fe silenciosa, sin necesidad de
irse del dormitorio y causar tanto escándalo público. Ellos se mostraron
inflexibles, sin embargo. Ellos me dijeron, "¿Por qué no? Yo también
quiero recibir gracia divina como los demás" y a medias me convencieron.
Al final, todos fueron obligados a abandonar sus escuelas, y no podía sentirme
cómodo por ello.
Los expulsados, en un intento por aliviar
su dolor interior, fueron en grupo a orar a un monasterio en el monte Samgak.
Como habían sido expulsados de sus escuelas, sus familias estaban enojadas con
ellos y sus amigos los evitaban. No tenían un lugar apropiado donde ir.
Escalaron el monte y ayunaron, absorbidos únicamente en la oración, derramando
lágrimas y con agua corriéndoles por las narices. Enseguida, aquí y allá
algunos de ellos comenzaron a hablar en lenguas. Dios siempre se manifiesta
cuando estamos en el borde de la desesperación. Los estudiantes que fueron
expulsados de sus escuelas y rechazados por sus familias y por la sociedad,
encontraron a Dios en el retiro del monte Samgak.
Me fui al monte Samgak a verlos y les
repartí comida a estos estudiantes enmagrecidos por el ayuno, y los consolé.
"Ya es bastante mortificante y triste
que los hayan expulsado, no es necesario que encima ayunen" les dije.
"Si no han hecho nada que les de remordimientos de conciencia, no es
deshonroso recibir cualquier tipo de insultos, ni los convierte en pecadores,
así que no se desanimen y esperemos nuestro momento".
Más adelante aquellas cinco estudiantes que
estaban a punto de graduarse se inscribieron en Sookmyung Women's University y
lograron graduarse, pero este incidente tuvo un papel decisivo en darme una muy
mala reputación. Al publicarse estruendosamente en los periódicos el incidente
con Ehaw y Yonsei, todos los malos rumores que habían sobre las diferentes
religiones emergentes, se los atribuían a nuestra iglesia. Un rumor que
comenzaba con "tal vez sea así" se volvía un "por cierto es
así".
Me dolió ser sometido a un trato injusto.
De amargado y enojado que estaba sentí ganas de retrucarles a gritos, pero opté
por no decir ni una palabra y no enfrentarlos. Teníamos mucho que hacer y un
largo camino por delante. No teníamos tiempo para quedarnos peleando. Yo creía
que los malentendidos se resolverían con el tiempo, que no era necesario apegar
tanto a ello nuestros sentimientos y no me preocupé. Me hice el que no
escuchaba a quienes púbicamente decían: “ A Sun Myung Moon que lo parta un
rayo", ni a la prédica tirana de los ministros cristianos que proponían
orar por mi muerte.
Pero los rumores, en lugar de aplacarse, se
propagaban más y más con cada día que pasaba. El mundo entero parecía estar
unido en señalarme con dedo acusador. Ni bajo el intenso calor de la fábrica de
fertilizantes del campo de concentración de Heungnam me había descubierto el
torso, y daba vueltas el rumor de que yo, justamente yo, andaba bailando
desnudo. Desde ese día, las personas que venían a nuestra iglesia por primera
vez me miraban con ojos desconfiados, "¿Será cierto que este tipo baila
desnudo?" Sabiendo mejor que nadie que se necesitaría mucho tiempo para
aclarar ese tipo de malentendidos, no dije ni una palabra de excusa. Para
conocer mejor a alguien hay que tratarlo personalmente, y pensé que era inútil
tratar de explicarles algo a personas que sin dudarlo afirman cosas de alguien
que ni siquiera han visto, de modo que lo soporté en silencio.
El incidente de las universidades de Ehwa y
Yonsei puso a nuestra iglesia completamente a un paso de la destrucción. Sobra
decir que clavaron en mi frente la imagen de "pseudo-religión", pero
además todas las iglesias protestantes tradicionales se unieron en un clamor
para pedirle al gobierno que me castigase.
En eso, el 4 de julio de 1955 la policía
irrumpió en nuestra iglesia y me llevó detenido junto con Won Pil Kim, Hyu
Yeung Yoo, Hyo Min Yoo y Hyo Won Yoo. Los pastores y presbíteros de las
iglesias protestantes tradicionales, de la mano con la clase influyente, le
enviaron una carta a los políticos para cerrar nuestra iglesia. Por eso fue que
los cuatro miembros que estaban conmigo desde el principio tuvieron que
acompañarme a prisión. El asunto no terminó ahí. La policía revolvió a fondo mi
pasado y encontraron el crimen de haber "eludido" el servicio
militar. Salido de la prisión de Corea del Norte, cuando llegué al Sur resulta
que ya había sobrepasado la edad de ir a cumplir con el servicio militar
obligatorio, pero igual me acusaron de violar esa ley.
En ramas chamuscadas también crecen nuevos
brotes
Los detectives de la Sección de
Inteligencia Especial de la Oficina de Orden Público fueron quienes me llevaron
detenido a la comisaría de Chung Bu. Era absurdo que me detuviesen por evadir
el servicio militar, me quedé estupefacto, pero me fui detenido. Soy alguien
que, aunque tengo boca, no puedo hablar en esos casos. Aun siendo falsamente
acusado, no puedo proferir una palabra de protesta, y hasta hubo quien me vio
soportándolo y me dijo que no tenía agallas, pero lo tomé como que era el
camino que me había tocado y me aguanté una y otra vez. Pensé que si ése era el
camino que me tocaba seguir para dirigirme a la voluntad que se me había
encomendado, no me quedaba otra. Yo debía seguir ese camino a cualquier precio.
Al ser precisamente esa la razón de mi vida, jamás me desalentaría, y cuanto
peor me iba más honrosamente me comportaba ante cualquiera.
Una vez que lo decidí así, la policía no
tenía habilidad para manipularme. Al escribir el protocolo, yo le iba enseñando
de antemano al agente qué y cómo debía redactar.
Cuando le dije al agente "¿Por qué no
usa esta palabra? Allí tiene que ponerlo de esta manera", los demás se
caían de espaldas.
Al escribir el informe como yo se lo
indicaba, cada una de las frases era claramente correcta, pero al ponerlo todo
junto, el contenido terminó siendo lo opuesto a la intención de ellos. Los
policías se enojaron y lo rompieron en pedazos.
El 13 de julio de 1955, al sexto día de ser
llevado a la comisaría de Chung Bu, fui encarcelado una vez más. Esta vez era
la prisión de Seodaemun (Seúl). Me esposaron, pero ni me avergonzó ni me
entristeció. La vida en la cárcel no era ningún obstáculo en mi camino. Era un
motivo sólido como para despertar sentimientos de ira, pero no servía como
trampa para desalentarme; al contrario, para mí era como haber obtenido los
fondos para comenzar un negocio. Vencí la vida en prisión con este pensamiento:
"A mí la cárcel no me hará desaparecer. No puedo morir. Esto es apenas una
plataforma dar el gran salto hacia un mundo de liberación".
Que lo malo decline y lo bueno prospere, es
la lógica terrenal y es la ley celestial. Aunque entre en una montaña de
estiércol, saldré limpio si mantengo un corazón puro y verdadero. Cuando me
llevaban esposado, algunas mujeres que pasaban me miraban de reojo y fruncían
sus rostros en señal de reprobación, con la expresión de quien siente náuseas
ante el obsceno fundador de una pseudo religión. Pero yo no tenía nada que
temer ni de qué avergonzarme. Para ponerlo en palabras sucias, aunque me
acosasen a mi y a la iglesia, jamás trastabillaré.
¿Pero cómo no me iba a doler? Exteriormente
me mostraba con la frente en alto, pero más de una vez sentía un nudo en la
garganta y una tristeza que calaba los huesos. Cada vez que mi corazón se
debilitaba, apretaba los dientes y me decía a mí mismo: "Yo no soy un hombre
al que una prisión lo acabe. Me pondré de pié nuevamente, sin falta. Con toda
certeza, me levantaré de nuevo", " Todo este dolor lo levaré oculto
en mi corazón. Yo asumo toda la carga de la iglesia", me determiné.
Pensaban que si yo iba a prisión la iglesia
se acabaría, que inmediatamente los miembros se dispersarían cada uno por su
lado, pero no sucedió como lo esperaban.. Mientras estuve en prisión venían a
verme todos los días. Hasta se peleaban por verme primero. Las visitas
comenzaban a las 8 am, y desde la madrugada esperaban en fila fuera de la
prisión. Aumentó gradualmente el número de personas que, cuanto más me
insultaban y cuanto más solitario me quedaba, me consolaban y lloraban por mí.
Yo no los demostrándoles mi afecto, sino
que más bien acostumbraba darles una reprimenda "¿Para qué vienen? ¿Por
qué tanto ruido?" Aun así, me seguían con lágrimas en los ojos. Esta era
la expresión de su fe y de su amor. No me querían porque yo les hablara bien,
con elocuencia. Me querían porque conocían el amor que había en el fondo de mi
corazón. Nuestros miembros reconocían mi sinceridad. Jamás podré olvidar a los
que me acompañaban incondicionalmente cada vez que iba esposado a declarar a la
corte. Siempre llevo en mis recuerdos la imagen de sus rostros apesadumbrados
al verme sentado en el banquillo de los acusados.
"¿Cómo puede ser que si este hombre
los enloquece, los haga enloquecer tanto?", comentaban los guardias de la
prisión al ver a nuestros miembros venir en masa a la prisión. "No son ni
su esposa, ni su marido, ni sus hijos ¿Cómo pueden serle tan leales?", se
admiraban algunos otros.
miembros recibiéndome a la salida de la cárcel Seodaemun, 4 de Octubre de 1955 |
También hubo un guardia que pensó para sí:
"Dicen que Moon es un dictador y un explotador ¡pero no es más que un
falso rumor!", y se unió a nuestra iglesia. En definitiva, a los tres
meses de haber sido encarcelado, me liberaron como inocente de todos los
cargos. El día que me liberaron, el director de la prisión y todos los jefes de
sección me despidieron cortésmente. Después de tres meses, todos ellos estaban
con nosotros. La razón de que sus corazones se volcaran hacia mi era muy
simple. Una vez que tuvieron la oportunidad de observarme bien de cerca, se
dieron cuenta de que era completamente diferente de la persona descrita por los
rumores que habían oído. En este caso, los escandalosos falsos rumores que
circulaban en la sociedad, nos habían servido para evangelizar.
Cuando era llevado por la policía, todos
los medios de comunicación y la sociedad hicieron un bullicio tremendo, pero
cuando fui declarado inocente y puesto en libertad, todos hicieron silencio. En
un lugarcito de un solo periódico colocaron: "El Reverendo Moon, declarado
inocente, fue puesto en libertad." Apenas en tres líneas. Desparramaron
por todo el país los rumores falsos y maliciosos, pero enterraron
silenciosamente el hecho de que esos rumores eran todos fabricados y sin
sentido. Nuestros miembros protestaron: "Maestro, esto es injusto, nos da
bronca, no podemos soportarlo". Lloraron delante de mí, pero me quedé
callado y los tranquilicé. .
Nunca olvidé el dolor que sentí cuando me
acusaban con el dedo y se burlaban de mí. Cuando muchos me culparon y no había
lugar para mí en toda la península de Corea, yo pude soportarlo y superarlo,
pero aquella tristeza aun permanece en una parte de mi corazón. Puedo ser como
un árbol azotado por el viento y la lluvia y chamuscado por el fuego, pero
nunca me permitiré llegar a ser un árbol que se queme y se muera. Hasta en las
ramas chamuscadas salen nuevos brotes cuando llega la primavera. Si sigo
caminando honrosamente, abrazando firmes convicciones en mi corazón, el mundo
también ciertamente algún día me reconocerá.
Las heridas nos entrenan
La gente calificaba de herejía la nueva
verdad que yo predicaba, y me arrojaban piedras, pero Jesús, nacido en la
tierra del judaísmo, también fue acusado de ser un hereje y fue crucificado. En
comparación, la persecución que yo recibí no fue tan dolorosa ni mortificante.
Podía soportar cualquier sufrimiento que le infligiesen a mi cuerpo. Sin
embargo, la acusación de herejía en contra de nuestra iglesia no podía ser más
injusta. Muchos de los teólogos que han estudiado nuestra iglesia en sus
comienzos dijeron que era una nueva teología, muy original y sistemática, y la
recibieron complacidos. A pesar de ello, el hecho de que la controversia que
rodeaba la herejía de nuestra iglesia haya crecido y se haya expandido en tal
grado, más que una cuestión teológica fue algo engendrado por las
circunstancias de la realidad del momento.
La mayoría de nuestros miembros venían de
otras iglesias. Esa fue precisamente la causa de que nuestra iglesia se
convirtiese en la enemiga de las iglesias tradicionales. Cuando el profesor
Yoon Young Yang, uno de los profesores de la universidad de Ewha que se había
unido a nosotros, fue trasladado a la comisaría para ser interrogado, se
descubrió que unos 80 pastores cristianos incluida la rectora Hwal Lan Kim, le
habían había escrito cartas a las autoridades policiales criticando nuestra
iglesia. No fue que nosotros hayamos hecho algo malo, sino por una ambigua
sensación de temor y de crisis del establishhment y una clarísima represión del
sectarismo extremo.
Personas de diversos grupos religiosos se
sentían atraídas por nuestra iglesia y sus nuevas enseñanzas. Por más que los
echase casi que amenazándolos: "¿Por qué viniste aquí? ¡Vuelve a tu
iglesia!", enseguida estaban de vuelta. Los que acudían a mí no querían
escuchar a nadie más, ni a sus profesores ni a sus padres, pero a mí me
escuchaban. Yo no les daba dinero ni comida, pero creían en mí y venían a
verme. La razón era que yo les abría un camino para aliviar sus sofocados
corazones. Antes de saber la verdad, yo también estaba sofocado; lo sentía
cuando miraba al cielo y a la gente a mi alrededor, de manera que los entendía
bastante. Todas aquellas dudas acerca de la vida, para las que no encontraban respuestas,
desaparecían como si fuesen lavadas al comprender la palabra de Dios. Como los
jóvenes que venían a mí encontraban por primera vez las respuestas a las
cuestiones que a diario abrumaban sus corazones, venían a nuestra iglesia y
querían acompañarme, aun cuando el camino era sufrido y arduo.
Yo les había encontrado y abierto el
camino; yo era quien los guiaba a recuperar familias derrumbadas, a sentir que
recuperaban el país, el mundo, y en definitiva los guiaba en el camino a Dios.
la sociedad, la nación, el mundo, y, finalmente, volver a Dios. Todos los que
venían a mí, lo sabían; ellos querían ir conmigo en búsqueda de Dios. No puedo
entender cómo a algunas personas eso les parecía mal. Solamente buscaban a
Dios, pero tuvieron que sufrir toda clase de persecuciones y las críticas del
mundo.
En medio de las dificultades que nos
envolvían en la controversia por la herejía, quien más me dificultó las cosas
fue quien era mi esposa en aquellos días. A partir de nuestro reencuentro en
Pusan, ella y sus familiares comenzaron a exigirme el divorcio, que deje
inmediatamente la iglesia y que viviésemos los tres como una familia normal, o
que nos divorciemos. Incluso me fue a ver a la prisión de Seodaemun, sacó los
papeles del divorcio, y me exigía que ponga mi sello. Pero yo, sabiendo cuán
importante es el matrimonio en la construcción de un mundo pacífico de Dios,
soporté sus insultos en silencio.
Ella fue agresiva de una manera tal que ni
a los miembros de la iglesia se lo podía contar. Yo podía soportar lo que fuera
necesario sus insultos y maltratos, pero me era difícil soportar sus ofensas
hacia nuestra iglesia y nuestros miembros. Ella embestía en nuestra iglesia, a
toda hora, insultando a los miembros, destrozando los muebles y adornos,
tomando objetos que no le pertenecían cada vez que se le antojaba, y hasta
arrojando heces humanas. Cuando ella aparecía, era imposible realizar un
servicio de culto. Finalmente, tan pronto como vino a la cárcel de Seodaemun,
accedí a su demanda y puse mi sello en los papeles del divorcio. Sin haber
tenido la oportunidad de mantener mis propias convicciones, sufrí el divorcio.
Cuando pienso en mi ex mujer, aun hoy, lo
siento por ella. Llegó a ese extremo por la influencia de su propia familia,
que era muy cristiana, y por la instigación de su iglesia tradicional. Cuando
pienso en cuánto ella llegó a cambiar, con lo firme que estaba antes de
casarnos, vuelvo a darme cuenta del poder que tienen los prejuicios del mundo y
los conceptos establecidos.
Pasé por el dolor del divorcio y de ser
acusado de hereje, pero no me quebré en lo más mínimo. Eran cosas que debía
asumir para redimir el pecado de Adán y Eva en el camino hacia el país de Dios.
Dicen que el momento justo antes del amanecer es el más oscuro. Me aferré a
Dios y vencí la oscuridad con la oración. Excepto los pocos momentos que pegaba
un ojo, le dedicaba el resto del día a la oración
Lo más importante es tener un corazón
sincero
Luego de tres meses me liberaron de prisión
libre de culpa y retorné a la sociedad. Comprendí una vez más que estaba en
deuda con el amor y la vida de Dios. Para pagar esa deuda, busqué un lugar
donde volver a comenzar una iglesia desde el principio. Yo no le oré:
"Dios, por favor, constrúyanos una iglesia." Nunca me quejé ni sentí
vergüenza de haber tenido una iglesia pequeña e insignificante. Mientras
tuviese un lugar para orar, con eso ya me sentía agradecido; no deseaba un
espacio amplio y cómodo.
Al necesitar un lugar para que se reuniesen
los miembros a ofrecer el servicio, obtuvimos un préstamo de 2 millones de won
(hoy u$d 2000) y compramos una casa semiderruida en una pendiente de Cheongpa
Dong. Era una de esas casas clasificadas como "propiedad enemiga", es
decir, que había estado vacante desde que fue abandonada por los japoneses que
habían ocupado Corea. Era una casa pequeña de menos de 20 "pyoung"
(66 metros cuadrados) de superficie, ubicada al final de un callejón largo y
estrecho, hasta el que había que adentrarse bastante por un camino oscuro y
solitario que parecía una caverna. Encima, no sé qué habría sucedido allí que
las columnas y las paredes estaban cubiertas de una suciedad negruzca. Con los
jóvenes de nuestra iglesia le pasamos soda cáustica, la limpiamos cuatro días
después y quitamos casi todas las manchas negras.
Luego de mudarnos a la iglesia de Cheongpa
Dong ,
prácticamente no dormía . Me sentaba inclinado en el piso del dormitorio
principal hasta que se hacían las tres o las cuatro de la madrugada y oraba. Me
quedaba dormido con la ropa puesta, en la posición de un camarón, y a las cinco
me levantaba y comenzaba las actividades del día. Continué con ese estilo de
vida durante siete años. A pesar de dormir apenas una o dos horas al día, nunca
me sentí con sueño durante el día, mis ojos brillaban como la estrella de la
mañana, y nunca me sentía cansado.
Iglesia en Cheongpa-don |
Mi mente estaba tan llena de cosas para
hacer que hasta me daba pena usar tiempo para comer. No me hacía preparar una
mesa para comer; comía en el piso, agachado sobre el plato. Me repetía
constantemente a mí mismo y oraba con un corazón que siembra una semilla en
medio de todo tipo de falsos rumores y oposición: “¡Derrama tu devoción!
¡Derrámala aunque tengas sueño! ¡Derrámala hasta el agotamiento! ¡Derrámala
aunque sientas hambre!" Y estaba convencido que algún día cosecharía lo
sembrado. Sentía que si no llegaba a cosecharlo en Corea, ciertamente lo
cosecharía en algún otro lugar del mundo.
Un año después, nuestra iglesia tenía más
de cuatrocientos miembros. Si los nombraba uno por uno en mi oración, incluso
antes de nombrarlos veía sus rostros pasar uno tras otro por mi mente. Algunos
se veían llorando y otros riendo. En mi oración me daba cuenta de cómo estaba
cada uno, si estaba enfermo o no.
A veces cuando estaba nombrando a alguien
sentía, "hoy esta persona vendrá a la iglesia", y venía, sin falta.
Iba a visitar al que se veía enfermo en mi oración y le preguntaba: "¿Te
duele algo?" "Así es", me respondía. Cada vez que los miembros
se sorprendían "¿Cómo sabía, Maestro, que yo estaba enfermo? ¡Es
increíble! ", yo me limitaba a sonreír.
Esto ocurrió para el tiempo de una
ceremonia de bendición en matrimonio. Antes de la ceremonia le preguntaba a los
novios si habían mantenido su castidad. Ese día, al preguntarle a un candidato
en particular, me contestó en voz alta que sí. Le pregunté de nuevo y me
aseguró que sí. Le pregunté por tercera vez, y me dio la misma respuesta. Lo
miré fijamente a los ojos y le dije con voz temerosa: "Tú cumpliste el
servicio militar en Hwacheon, en la provincia de Kangwon, ¿no?" Con voz
llena de miedo me respondió que sí. "Cuando te dieron licencia fusite a un
motel en camino a Seúl, ¿no? Ese día te acostaste con una mujer de pollera
roja. Lo sé muy bien, ¿por qué me mentís?" Yo me enojé y lo eché. Si
mantenemos abiertos los ojos del corazón, se llega a saber lo que otros ocultan
Había quienes venían a la iglesia
arrastrados por la fuerza de fenómenos paranormales más que por la palabra de
Dios. Muchas personas piensan que los poderes espirituales son lo máximo y se
aferran a ellos. Sin embargo, aquello que llamamos comúnmente milagros, tienden
a seducir a la gente en general. Una fe que se basa en sucesos inexplicables o
milagrosos no es una fe saludable. Todo pecado debe ineludiblemente ser
restaurado mediante una redención. Nunca hay que apoyarse en en el poder
espiritual. A medida que nuestra iglesia se asentaba, no hablé más con los
miembros sobre lo que veía con los ojos de mi corazón.
El número de miembros creció gradualmente,
pero yo, fuesen decenas o centenas, los trataba como si fuesen una sola
persona. Fuese una anciana o un hombre joven, los escuchaba con toda mi
devoción. De todos los miembros escuché decir lo mismo sobre mí."Nadie en
toda la República de Corea me escucha como lo hace el Maestro Moon". Las
abuelas me contaban desde cómo fue que se casaron hasta de los achaques de su
anciano.
Dando un sermón en Cheongpa-don, justo después de la liberación de la cárcel de Seodaemun. |
Verdaderamente me gusta escuchar las
historias de los demás. Por eso cada vez que alguien, sea quien fuere, se abría
y me contaba, perdía la noción del tiempo. Escuchaba durante diez o veinte
horas sin parar. La persona que pide conversar tiene una necesidad de urgencia.
Busca una soga que la salve, así que debía escucharlos con mi toda mi devoción.
Esa es la manera de amar la vida de esa persona y de pagar las deudas de mi
vida. Lo más importante es valorar y respaldar esa vida. De la misma manera que
yo escuchaba a los demás con todo mi corazón, yo le hacía escuchar intensamente
a Dios mi más sincero corazón y le oraba derramando lágrimas.
Rezaba con lágrimas toda la noche, y no
había día que el suelo de madera se secara. Estaba mojado con mi sudor. Tiempo
después, mientras estaba en los Estados Unidos, recibí la noticia de que los
miembros estaban planeando restaurar a nueva la Iglesia de ChongPaDong, y envié
un telegrama ordenando que detuviesen la obra de inmediato. Es cierto que esa
iglesia era un lugar que contenía mi propia historia personal, pero más que
eso, ese lugar era el testimonio vivo de la historia de nuestra iglesia. ¿De
qué serviría que hiciesen un bello predio si desaparecía nuestra historia? Lo
importante no era el aspecto exterior, sino el ideal alojado en su interior.
Podrá ser deficiente, pero su valor radica en la tradición y en la luz allí
existente. Un pueblo que no sabe respetar su propia tradición, está destinado a
declinar.
En las columnas de la Iglesia de Chong Pa
Dong está gravada la historia: "tal día, por tal y tal motivo, se abrazó a
este pilar y lloró". Ver esa columna a la que me abracé y lloré, me hace
llorar de nuevo. Ver el marco desencuadrado de la puerta me trae recuerdos.
Hoy, sin embargo, no queda nada del piso de madera. Los rastros de las lágrimas
se ha ido junto con el piso donde me inclinaba en oración y derramaba lágrimas,
. Lo que yo necesito es el recuerdo de aquel dolor. No importa que el estilo o
la apariencia externa sea viejo. Con el paso del tiempo llegamos a tener muchas
iglesias bien construidas, pero yo me siento más cómodo yendo a orar a la
antigua y estrecha casa de la colina en Cheongpa Dong.
Pasé mi vida orando y predicando, pero todavía
hoy siento temor cuando me paro frente a muchas personas, porque hablar frente
a otros de asuntos públicos es algo que le da vida a muchas personas pero
también mata a otras. Es realmente una cuestión de suma importancia para mí
llevar por el camino de la vida a la gente que me escucha. Es trazar una línea
definida en la encrucijada entre la vida y la muerte.
Todavía no decido de antemano el contenido
de mis sermones, ya que si lo preparo de antemano tal vez puedan entremezclarse
en el sermón mis objetivos particulares. Podría hacer alarde del conocimiento
que he acumulado en mi cabeza, pero no me permitiría derramar mi corazón más
sincero y fervoroso. Antes de aparecer en público siempre oro por más de diez
horas y concentro mi devoción. Con ello profundizo mis raíces. Aunque a las
hojas se las coman un poco los insectos, si la raíz es profunda no hay problema.
Si bien en ocasiones mis palabras pueden incomodar, basta con tener un corazón
sincero.
Por el tiempo que iniciamos la iglesia
vestía una chaqueta militar que habían usado los norteamericanos y ropa de
fajina teñida de negro, subía a la tarima y predicaba empapado en sudor y
lágrimas. No había día que no llorase amargamente. Las lágrimas llenaban mi
corazón y fluían hacia afuera. Eran días en los que mi espíritu parecía estar
distanciarse, como si estuviese a punto de expirar. Mi ropa estaba empapada y gotas
de sudor rodaban de mi cabeza.
En los días de la Iglesia de Chong Pa Dong
todos pasaron momentos difíciles, pero en particular Hyo Won Eu realmente
sufrió mucho. Aquejado de una enfermedad en sus pulmones que le dificultaba
todo, dio conferencias dieciocho horas diarias durante tres años y ocho meses.
El alimento no era satisfactorio y aguantó con dos raciones diarias de cebada.
Para acompañar la cebada, apenas un kimchi que solo dejábamos fermentar de un
día para el otro. A Hyo Won Eu le gustaban los camarones pequeños salados.
Dejaba un tapper con estos pequeños camarones en una esquina de la habitación y
de vez en cuando iba y los pinchaba con un solo palito, racionándolos. Así fue
como soportó días difíciles. Me dolía en el alma verlo agotado del hambre,
tendido en el piso sin fuerzas. Me hubiese gustado poder darle mariscos.
Todavía hoy, cuando pienso en él, que aun doliente se grabó y ordenó mis
palabras que fluían como una cascada, se me paraliza el corazón.
Gracias al sacrificio de muchos miembros,
la iglesia crecía sólidamente. Con estudiantes de escuela intermedia y
secundaria formamos la agrupación juvenil "Sunghwa". Esos estudiantes
se organizaron entre ellos por número y, turnándose, le daban a nuestros
misioneros la vianda que sus madres les habían preparado para llevar a la
escuela. Cuando los misioneros llevaban ese arroz a su boca, no podían evitar
las lágrimas pensando en el hambre del joven que se había salteado una comida.
La devoción era para los jóvenes más importante que la comida en sí, y
redoblamos nuestra determinación con un corazón apremiado: "Cumplamos Su
voluntad aunque nos cueste la vida".
En medio de esas dificultades salieron
misioneros hacia todo el país. Había tantos rumores maliciosos que era triste
para nuestros miembros no poder decirle a la gente que eran de la Iglesia de la
Unificación, pero limpiaban las calles, ayudaban en tareas domésticas a quien
lo necesitare y abrían escuelas nocturnas para alfabetizar a la gente y
predicarles la palabra de Dios. Llevaba varios meses hasta que lograban una
afinidad de corazón y así, sirviendo a la gente, nuestra iglesia fue creciendo.
Aun no olvido a los miembros de los primeros tiempos pioneros, que aunque
tenían fuertes deseos de ir a la universidad, desistieron de hacerlo y optaron
por permanecer a mi lado y dedicarse a la iglesia.
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